“No es Dios de muertos, sino de vivos”
(Mc 12, 18-27)
"Reaviva en ti el don de Dios" (2 Tim 1,1-3.6-12)
Reaviva el sentido de ser su pueblo, el deseo de fraternidad, la compasión, el
celo por la justicia.
No dejes que se apague en ti la llama del Espíritu.
"Te deseo la gracia, misericordia y
paz de Dios Padre y de Cristo Jesús, Señor nuestro".
Agradece a Dios cada día que despiertas a la vida.
Él nos llama a ser consuelo para los afligidos, a alentar y cuidar del débil, a
generar recursos para que todos puedan recuperar una vida digna.
Es necesario estar al lado de quien sufre y reavivar en ellos la esperanza.
A veces cometemos el error de colocar 'todo' lo de Dios fuera de la historia, no es así, nuestro Dios es el Dios de la historia, de hoy, ahora y aquí... contigo, conmigo, con nosotros.
Dios de la Vida.
Entender la Escritura y el poder de Dios es la clave
para ir más allá de nuestro sentido de la vida, la muerte y la Resurrección.
No podemos atraparlas, reducirlas, ni acomodarlas a nuestras reglas o normas.
Dios es vida y da vida, y esto nos descoloca.
Todas las realidades humanas, iluminadas y
transformadas por la gracia, son un anticipo de la Vida eterna, un signo
visible del amor incondicional de Dios.
La clave por la que interpretamos el futuro, que tanto
nos preocupa a veces, está en Dios, y sólo Él nos la puede revelar a cada uno
como un secreto único e intransferible, lleno de plenitud y realización.
Creo en Dios, fuente inagotable de vida
comunidad que vive y nos llama a vivir
en comunión infinita de amor.
Creo en Dios que, con amor de Padre y Madre,
engendra y da luz a este mundo,
lo amamanta, lo protege, lo educa y lo renueva constantemente.
Creo en Jesús de Nazareth, el primero de los últimos, el
último de los primeros, expresión plena de la humanidad de Dios.
Creo en el Espíritu Santo,
matriz ecuménica presente donde quiera que la vida está
fluyendo.
Creo en el ser humano como proyecto inacabado de Dios,
pero predestinado a convertirse en su verdadera imagen y semejanza.
Creo que la historia es el registro de la relación
dialógica entre Dios y los seres humanos; un diálogo plenamente libre y
totalmente abierto al futuro.
Creo en el reino de Dios como realidad plenificante
aunque todavía no plena
y como utopía que alimenta nuestra esperanza
y moviliza y orienta nuestra práctica de fe.
Creo en la iglesia como pregón de ese reino.
Creo en ella como avanzada del Pueblo de Dios
llamada, como “sal de la tierra” y “luz del mundo”,
a darle sabor y sentido a la existencia de éste.
Creo en la vida después de la muerte
como el reencuentro gozoso de todas las criaturas con el Creador
en la fiesta final y eterna del Universo.
En eso creo. Amén.
Ary Fernández Albán
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