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Nada es imposible para Dios.

«Sed perfectos, 

como vuestro Padre celestial es perfecto» 

(Mt 5, 43-48)

La vida fluye como un río que inexorablemente avanza hacia su destino.
Nacemos ágiles, puros como manantial y vamos surcando senderos que nos modelan y nos cambian...
Llegamos al final serenos, ricos en experiencias de mil encuentros, para fundirnos en el abrazo común.
El mar.

La perfección evangélica no es la ausencia de equivocaciones, sino el intento de superar nuestros límites.
Ir más allá de lo que nuestra humanidad entiende por normal, para entrar en la locura del amor.

Jesús propone a sus discípulos una nueva forma de amar: un amor como el del Padre, un amor animado por el Espíritu, que habita en nosotros.
Un amor que destruye el pecado y que vence la muerte.

"Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos."
Y es que para Dios, todos somos uno.
En Cristo, somos uno. Un pueblo.
Un cuerpo.

No hay enemigos.
En realidad el enemigo es el mal que se cuela por cualquier resquicio y se manifiesta del mil formas.
El enemigo es la ambición, el egoísmo, la envidia, el miedo, los prejuicios...
Pon luz en la oscuridad de los corazones heridos, extraviados y verás a un hermano

Ser capaces de amar al otro como un hermano, de pedir por él como un hijo de Dios como yo. Lleva consigo el reconocimiento que el otro es hijo de Dios, con la misma dignidad, digno de ser amado, perdonado, querido...

Nada es imposible para Dios.
El aliento del bautizado es ser discípulo de Jesús y recibir la gracia de ser habitado por Él. Pensar, sentir y decidir como Él.
Tener su identidad y pensamiento.
Que Él sea el timonel diario de su barco.
Siempre delante.
Unido a Él, con Él, en Él.

Señor, nuestro modelo eres tú.
Durante tu vida nos mostraste bien que teníamos que imitarte a ti.
Todos los demás somos débiles.
Lo nuestro es tener misericordia con todos y con nosotros mismos, como la tienes tú con todos nosotros

Jesucristo, quiero ser un reflejo de Ti.
Dame la sabiduría y la fuerza de voluntad para perseverar en mi esfuerzo.
El medio es claro, «amar», pero concretarlo en el día a día, es lo difícil. Concédeme saber aprovechar tus gracias y ser dócil a tu Espíritu Santo.

ORACION PARA APRENDER A AMAR

Señor, cuando tenga hambre, dame alguien que necesite comida;
Cuando tenga sed, dame alguien que precise agua;
Cuando sienta frío, dame alguien que necesite calor.
Cuando sufra, dame alguien que necesita consuelo;
Cuando mi cruz parezca pesada, déjame compartir la cruz del otro;
Cuando me vea pobre, pon a mi lado algún necesitado.


Cuando no tenga tiempo, dame alguien que precise de mis minutos;
Cuando sufra humillación, dame ocasión para elogiar a alguien; Cuando esté desanimado, dame alguien para darle nuevos ánimos.
Cuando quiera que los otros me comprendan, dame alguien que necesite de mi comprensión;
Cuando sienta necesidad de que cuiden de mí, dame alguien a quien pueda atender;
Cuando piense en mí mismo, vuelve mi atención hacia otra persona.

Haznos dignos, Señor, de servir a nuestros hermanos;
Dales, a través de nuestras manos, no sólo el pan de cada día, también nuestro amor misericordioso, imagen del tuyo.

Santa Teresa de Calcuta

 


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