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Mostrando entradas de agosto, 2020

Vida

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«El Hijo del hombre vendrá, con la gloria de su Padre,  entre sus ángeles, y entonces pagará a cada uno según su conducta»  (Mt 16, 21-27) Ser cristiano es una fiesta, un gozo maravilloso, pero sólo para los hombres que esperan y viven la gran paradoja que Jesús mismo vivió: la Vida es fruto de la muerte; no solamente en el último día, sino cada día.  Por eso es preciso perderla para encontrarla -de nuevo- purificada; es preciso pasarla por dentro de Jesús y de su Evangelio, para nos sea devuelta con olor de eternidad. COGERÉ TU CRUZ, SEÑOR Pues su madera, bien lo sé, Jesús es escalera que conduce a la Resurrección. Cogeré tu cruz, Señor, pues su altura, es altura de miras para los que creen en otro mundo para los que esperan en Dios para los que, cansándose o desangrándose, saben compartir y repartir en los demás. ¡Cogeré tu cruz, Señor! pues sus clavos, pasan la carne pero no matan la fe. Es la fe, quien a la cruz, le da otro brillo y hasta otro color: ni es tan cruel n

¿La pregunta sigue viva?

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  Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Simón Pedro tomó la palabra y dijo: «Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo»  (Mt 16, 13 – 20) Hoy, escuchamos dirigida a cada uno de nosotros la pregunta de Jesús: “¿Y vosotros quién decís que soy yo? Se trata de dar una respuesta no teórica, sino que involucra la fe, es decir la vida, ¡porque la fe es vida! No podemos permanecer indiferentes ante Él. Todos los que le conocemos tenemos algo que decir. Su mensaje es tan extraordinario que no deja tibios. Sus gestos nos empujan a pronunciarnos. ¿Quién decís que soy yo?'  Responder nos empuja a la misión. “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo” tiene que ser una respuesta que brote desde nuestro corazón, desde esa vivencia esencial y profunda del mesianismo de Jesús como experiencia vital de su misericordia y de su amor por nosotros ¿Quién es Jesús?  ¿La pregunta sigue viva?  ¿Qué respondes? ¿Qué trasmites? 'Señor, tu misericordia es eterna, no abandones la ob

¡Bendita mujer!

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  «Jesús le respondió:  “Mujer, qué grande es tu fe:  que se cumpla lo que deseas”»  (Mt 15, 21-28)   «Ten compasión de mí, Señor».  La mujer cananea está lejos pero le busca con decisión. Es perseverante, no se cansa, sabe que la respuesta está en Él. Se conforma con una sencilla palabra o un pequeño gesto, tiene fe, mucha fe. No importan las razas, pueblos o naciones... lo que salva es la fe.  ¡Señor, fortalece nuestra fe! La fe se hace grande en las dificultades, contrariedades o negaciones. Crece cuando es puesta a prueba. La mujer cananea del evangelio seguía a Jesús gritando. Los discípulos perdieron la paciencia y obligaron a Jesús a detenerse para atenderla. La mujer cananea es maestra de fe. Hará que Jesús nos enseñe la universalidad de la fe. En esta ocasión la Fe movió el cambio de planes del Cielo. Si nos presentamos al Señor en nuestra pobreza, con una existencia marcada por lágrimas y cansancios pero con la confianza tenaz de la mujer cananea, entonces el Señor no p

¡Gloria a Dios!

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  «Se llenó Isabel de Espíritu Santo y, levantando la voz, exclamó: “¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!”» (Lc 1, 39 56)   ¡Hoy es fiesta grande! Hoy el cielo se une con la tierra y se reaviva nuestra esperanza.  Hoy celebramos la Pascua de la Virgen María, Madre e imagen perfecta de la Iglesia.   La Asunción de María al cielo es la respuesta de Dios a la apertura incondicional de María a Su voluntad, que hizo posible la encarnación del Hijo por el poder del Espíritu. En Dios hay un espacio para todos aquellos que, como María, dejan un espacio a Dios en su vida. Asumir lo más sencillo en lo más pleno. Volver eterno el “hágase” de un instante. Convertir una historia de fidelidad en un Magnificat para todas las historias.   María se levanta de su comodidad, de sus ocupaciones, de su seguridad. Se pone en camino. Disponible en el servicio, el cuidado y la entrega. María, mujer, madre y modelo. Isabel pronuncia la primera bienaventuranza del Ev

“¡Ven!”

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  «¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!»  (Mt 14, 22-33).   Hay tramos del camino en los que el viento nos empuja. Hay experiencias de fecundidad que redoblan las ganas. Los discípulos habían sido testigos del signo de la multiplicación de los panes. La vuelta a la otra orilla se presentaba como una travesía feliz. Pero la dificultad, el aprieto, la tormenta, el viento contrario, no siempre avisan, llegan a la vida… y nos ponen ante la verdad de nuestra verdad. El miedo se convierte en señal de alerta.  Si nos dejamos atenazar por el miedo las energías se paralizan, la visión se distorsiona, los peligros se agrandan… dejamos de hacer pie, nos vamos hundiendo…  En la travesía de la fe, el mejor antídoto contra el miedo es Su Voz y Su Presencia. Es mantener los ojos fijos en Él y el corazón anclado en la confianza. Es clamar humildemente y saber que es Su brazo el que te rescata y sostiene.  “¡Ven!”: es una invitación vigorosa a atravesar los miedos. “¡Ven!”: es un

Y se hizo el milagro

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«Pronunció la bendición,  partió los panes  y se los dio a los discípulos »  (Mt 14, 13-21) Podemos mirar hacia otro lado, mirar solo a nosotros mismos o... mirar a nuestro alrededor con compasión, mirar lo que somos y tenemos para darnos, y mirar al cielo con confianza. Darse y compartir con generosidad transforma el mundo En el desierto, Jesús multiplicó los panes y se los dio a sus discípulos para que los distribuyeran. Él continúa multiplicando los panes y los peces en la naturaleza, sólo que los más favorecidos, en lugar de distribuirlos a las multitudes, tratan de tenerlos para sí. «No tenemos más que cinco panes y dos peces» ... y se hizo el milagro. El Pan de Vida que se parte y reparte. El alimento, el amor de Dios que sacia de verdad. Jesús nos invita a buscar ante todo el Reino de Dios y su justicia, porque desde el Reino de Dios, es decir, desde su palabra y su justicia, los hombres pueden ser inducidos a abrir sus manos, distribuir su pan a las multitudes y luchar