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Mostrando entradas de mayo, 2020

¡Feliz Pascua de Pentecostés!

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«Sopló sobre ellos y les dijo: "Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos"» (Jn 20, 19-23) "Donde quiera que vaya, lejos, y en cualquier lugar, una y otra vez, siempre resplandeces en la oscuridad de la noche... Cada vez que grito, lejos y en cualquier lugar, escuchas mi llamada cuando caen las sombras tu luz me alienta..." ¡Ven Espíritu, envíanos tu luz! Qué bello Misterio de amor y cercanía de Dios con el hombre. No sólo se hace uno de nosotros en Jesús, sino que se hace uno con nosotros. Hace morada en nosotros. Nos insufla su propia vida, su propio aliento. El Amor, que es uno, se diversifica y expande en nosotros. Alabado sea Si el Espíritu se siente llamado a habitar en tu casa, prepara tu vida para recibirlo en hospedaje y como eterna compañía. Ya nunca vivirás solo. Ese compañero del alma, que alimentará tu vida del calor y del color de la esperanza, no se apartará

Lo que hemos visto y oído

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“Este es el discípulo que ha escrito esto,  y su testimonio es verdadero” ( Jn 21, 20-25)   Seguir es ir detrás de alguien. El paso lo marca quien precede. Sin preocuparse hacia dónde hay que ir, porque el guía lo sabe. Con la confianza de ir detrás, sin querer saber nada, sin querer cambiar el rumbo, sin manipular a quien nos lleva.   "¿A ti qué?, tú sígueme" Una y otra vez ponemos excusas para desviarnos del camino que nos marca Jesús. Buscamos en los demás errores o privilegios que nos permitan reafirmarnos en nuestro error.   Pedro y Juan son amigos y en medio está Jesús, sin Él nada tiene sentido. Es Él quien toma la iniciativa, les ha invitado a seguirle: 'sígueme'. Quien les ama con locura. De esta amistad nace el testimonio verdadero como parte de la respuesta. Jesús, ayúdame a ser congruente con mi fe, que mi único anhelo sea el crecer en el amor a Ti y a los demás. Hazme un cristiano auténtico, porque sólo los cristianos verdadero

Hoy me preguntas

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“Jesús dijo a Pedro: Tú sígueme!"   (Jn 21, 15-19) A poco que miremos el panorama social, el paisaje es desolador.  Es difícil asumir que hay que volver a empezar. Que hay que reinventar la vida. No podemos quedarnos en el miedo y el individualismo. Desde la sensatez, hay que ponerse en marcha. Salgamos a reconstruir la esperanza. El amor tiene fases, como la desescalada. Es importante saber cuál es la nuestra. Una es la de Jesús. Amor Ágape. Amor de entrega, de sacrificio hasta dar la vida. Y la de Pedro. Amor Filia. Amor de amistad, de cercanía, de límites. ¿Dónde estás? "Sígueme". Es la llamada que hace Jesús a sus discípulos, y que hoy también nos hace a nosotros.  Busca quien le ame, quien se deje seducir por la verdad de su Palabra, la coherencia de su vida, su libertad para amar, su corazón misericordioso. No le importan nuestras flaquezas. El Señor renueva y confirma siempre su llamada y su invitación a seguirlo. Su amor siempre nos precede y

"Que sean uno"

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“¡Que sean completamente uno!”   (Jn 17, 20-26) La unidad se puede confundir con la uniformidad. Une la esencia, lo nuclear, lo fundante. Lo demás puede cambiar, tener diversidad, abrirse a la novedad. La riqueza personal, social y eclesial, está en la variedad de formas y su expresión. Conocer es amar. Amar es la vida, amar lo es todo, amar es relación de verdad y en la verdad. Dios nos conoce, nos ama. El amor de Dios se hace verdad en Jesús y por, con y en Él en nosotros para siempre. Señor, tu esperas que viva como los primeros cristianos, difundiendo mi fe, siendo un solo corazón y una sola alma con los demás. Quiero corresponderte pensando y hablando siempre bien de los demás, y buscando construir, no destruir, lo que me lleve a la unidad sincera con los demás. El Espíritu Santo hace posible la comunión de aquello que es diverso; restaura y reúne lo que el pecado rompe y divide, muestra la belleza de la acción de Dios en su Iglesia. Es el don de Dios, para que el

Que no se pierdan

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“Que sean uno, como nosotros” (Jn 17, 11-19) “El Señor oró por sus discípulos reunidos en torno a Él… En la plegaria por los discípulos de todos los tiempos, Él nos ha visto también a nosotros y ha rezado por nosotros. Escuchemos lo que pide para los Doce y para los que estamos aquí reunidos: “Conságralos en la verdad: tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así los envío yo también al mundo. Y por ellos me consagro yo, para que también se consagren ellos en la verdad” (Jn 17,17ss) El Señor pide nuestra santificación, la santificación en la verdad. Y nos envía para continuar su misma misión”. (Papa Francisco) Envuelve con amor y ternura todo tu ser. Contempla también con esa misericordia a los demás y cada acontecimiento de tu vida. Estamos en un mundo agresivo, a menudo hostil, ruidoso, hiriente. Pero no somos eso. Somos hijos de Dios, creados por amor y para amar en una vida plena. La verdad sólo la tiene Dios.  Cuando jugamos a ser Dios

Que te conozcan

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“Padre, glorifica a tu Hijo”   ( Jn 17, 1-11) A pesar de que el mundo nos ignore, nos desprecie y nos tache de ilusos e idealistas, cuando rememos contra corriente, recordemos que Jesús ha rogado por nosotros, simplemente porque somos suyos. No sabemos lo que nos espera pero sea lo que sea, nuestra misión es seguir siendo testigos del Evangelio. Manifestar el amor de Dios a todos los hombres. Pasar por la vida haciendo el bien. Nos alienta el Espíritu de Jesús Resucitado que habita y ora en nosotros. No estamos solos No estamos solos, lejos u olvidados. Estamos en la palabra pronunciada por Jesús, en la oración que dirige al Padre, en el mundo donde habitó y nos dejó su misión. Formamos parte de la misma humanidad que el Verbo hizo suya. Jesucristo intercede por nosotros ante el Padre, presentando nuestras súplicas y alabanzas, nuestros gozos y alegrías y, también, nuestras penas y sufrimientos...   Y nos envía su Espíritu, garantía de la Vida

Paz en el Señor.

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“Tened valor: yo he vencido al mundo”.  (Jn 16, 29-33)  Ante las dificultades que se nos presentan en el mundo y dentro de nuestro corazón, ¡ánimo!, confía, ten valor. El Señor nos asegura que en medio de cualquier tormenta tendremos paz en Él. Su Espíritu nos fortalece y nos mantiene firmes en la Cruz. Jesús ha vencido al mundo. ¡Ni siquiera hemos oído hablar del Espíritu Santo! ( Hch 19, 1-8) Ven, Espíritu Santo, y enséñame a rezar. Dame tu fuerza para combatir la injusticia y ayuda a los que sufren pobreza y pasan hambre. Ven, Espíritu consolador, devuelve la esperanza a los que viven aplastados por el dolor. Ven, Señor que das vida, y traes alegría a los que sobreviven en la crueldad de la guerra y de la violencia. Ven, Espíritu de amor, hazte presente en el corazón de mi vida diaria, en mis amistades, en mi servicio, en mi trabajo. El mundo nos ofrece –bajo apariencia de felicidad– falsas seguridades y sucedáneos de amor y de paz que nos e

Ahora nos toca a nosotros

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«Yo estoy con vosotros todos los días,  hasta el final de los tiempos»  (Mt 28, 16-20) Es domingo de la Ascensión. Las buenas noticias son para compartirlas, para gritarlas a los cuatro vientos. ¡Sal y comparte tu fe ¡No temas por el qué dirán! Galilea es el pueblo, lo sencillo, la vida de cada día, lo cotidiano. Es aquí, con los hombres y mujeres de este tiempo, donde Él se manifiesta y donde recibo la misión de anunciarle, hacerle presente y proclamar la Buena Noticia. Concédenos, Dios todopoderoso, exultar de gozo y darte gracias en esta liturgia de alabanza, porque la ascensión de Jesucristo, tu Hijo, es ya nuestra victoria, y donde nos ha precedido él, que es nuestra cabeza, esperamos llegar también nosotros como miembros de su cuerpo. Hoy nuestra naturaleza humana –frágil, débil y pecadora– redimida por el Misterio Pascual de Jesucristo, ha entrado en el cielo. Y Él, desde allí, intercede por nosotros, nos bendice y nos envía su Espíritu, la pe

Pedir con fe

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"Todo lo que pidáis al Padre en mi nombre, os lo concederá"  (Jn 16, 23-28) "El Padre mismo os quiere". Tenemos que creérnoslo de verdad.  La relación con Dios es una relación de amor y la iniciativa la tiene Él.  Que nos quiera es motivo de esperanza y que el corazón se nos llene de alegría. La fe es don de Dios y llega a nuestros corazones gracias al Espíritu Santo. Es una luz que nos hace caer del caballo de nuestra autosuficiencia y desde la fragilidad, nos recrea. No dejemos de orar con humildad para pedir la venida del Espíritu Santo para todos. Pedir con fe.  Pedir desde la profundo de nuestra pobreza.  Pedir sabiéndonos queridos y escuchados.  Pedir con debilidad y fortaleza.  Pedir descubriéndonos indigentes y limitados.  Pedir abriéndonos al Misterio, por el que somos habitados. Señor, envíanos tu Espíritu y, con Él, todo aquello que no sabemos pedirte. Ayúdame a rezarte, Dios Padre mío, en nombre de Jesús. Quiero

La presencia de Cristo

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"Nadie os quitará vuestra alegría"   (Jn 16, 20-23) La necesidad más profunda del que ama es gozar siempre de la presencia de la persona amada. Nosotros también podemos gozar de la presencia de Cristo.  Su amor nunca nos deja solos “Volveré a veros y se alegrará vuestro corazón y nadie os quitará vuestra alegría”. La alegría viene como consecuencia de continuar confiando en que todo puede cambiar. Promete una alegría de corazón, en lo profundo, en el centro de nuestra vida. El encuentro con Él produce una alegría para siempre que es transformadora. Somos testigos en el mundo de esta alegría. La verdadera alegría es el fruto de la acción del Espíritu Santo en nosotros. La experiencia de un amor que es más fuerte que el pecado y que la muerte. La Buena Noticia que muchos, aun sin saberlo, quisieran escuchar. “Ven, Espíritu Divino, manda Tu luz desde el cielo”. ¡Ven e ilumina nuestra oscuridad! ¡Líbranos de nuestra ceguera! ¡Mándanos Tu luz desde e

La semilla de la alegría.

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“Estaréis tristes,  pero vuestra tristeza se convertirá en alegría”  (Jn 16, 16-20) “¡Señor, yo te seguiré!  ¡Dondequiera que Tú vayas, yo iré, donde me quieras llevar!” ¡No me importa dónde! Porque sé que, sea lo que sea, me lleves adonde me lleves, tu Voluntad sobre mí siempre va a ser de Amor. ¡Señor!, ten piedad de nosotros que el mundo está cada vez más loco y más violento. Envía tu santo Espíritu que renueve la faz de la tierra y sane nuestros corazones. La espera es larga y cada vez más dura para muchos. No abandones la obra de tus manos. Date prisa en socorrernos. Dios está siempre con nosotros, sanador, liberador, salvador. Lo descubrimos poco a poco en la realidad cotidiana. Y su presencia reanima nuestra vida. Hace posible la alegría, incluso en el dolor. Dinamiza nuestra esperanza para encontrar caminos nuevos de paz y de justicia. Esperanza: «...vuestra tristeza se convertirá en alegría». Esa es nuestra fe. La confianza en Él hace que l

La verdad plena

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“El Espíritu de la verdad  os guiará hasta la verdad plena”  (Jn 16, 12-15) El mundo necesita personas dialogantes, conciliadoras.  Personas con un espíritu nuevo, fraterno que tiendan puentes para hacer posible el encuentro en la diversidad. Para aplacar la ira, el enfrentamiento, el odio con el fuego purificador de la verdad. El Espíritu de la verdad. El que vendrá, y que nos promete Jesús, el Espíritu, nos 'guiará hasta la verdad plena' La verdad es algo sólido sobre lo que apoyarse. Su promesa es que no vamos a estar solos. El Espíritu nos conduce. El Espíritu Santo nos conduce a la Verdad –Jesucristo, muerto y resucitado por nuestra salvación– y nos va transformando a imagen y semejanza suya. La verdad plena no podemos alcanzarla por nuestros esfuerzos, conocimientos o habilidades.  La verdad plena es Dios mismo, y a él sólo llegamos, si él nos lleva. No hay mérito, ni conquista.  Todo es don y gratuidad. Mucho tengo todavía que d

Maestro interior.

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«Ahora me voy al que me envió»   (Jn 16, 5-11) Que nada ni nadie te robe la alegría, la paz y la esperanza que brotan de la amistad con el Señor. Baja a la fuente cada día y bebe del agua viva que renueva tu vida y pone alas a tus pies cansados. Nada puede separarnos del amor de Dios. Esa es nuestra fortaleza. La tristeza será vencida por la fuerza del Espíritu que nos hace salir a la calle, acompañar al hermano, transformar la realidad... desde la esperanza de no encontrarnos solos, de saber que Él está con nosotros siempre. El Espíritu Santo viene en nuestra ayuda. No estamos solos, desprotegidos ni olvidados. Él viene a nosotros si lo acogemos con fe, le dejamos hacer con esperanza, y nos abrimos a la transformación en el amor. El Espíritu Santo es nuestro Maestro interior. Él nos recuerda y garantiza –en lo más profundo de nuestro ser– el amor que nos tiene el Padre, que ha enviado a su Hijo Jesucristo a librarnos del pecado y de la muerte y a hacern