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La semilla de la alegría.


“Estaréis tristes, 
pero vuestra tristeza se convertirá en alegría” 
(Jn 16, 16-20)

“¡Señor, yo te seguiré!
 ¡Dondequiera que Tú vayas, yo iré, donde me quieras llevar!”
¡No me importa dónde!
Porque sé que, sea lo que sea, me lleves adonde me lleves, tu Voluntad sobre mí siempre va a ser de Amor.

¡Señor!, ten piedad de nosotros que el mundo está cada vez más loco y más violento.
Envía tu santo Espíritu que renueve la faz de la tierra y sane nuestros corazones.
La espera es larga y cada vez más dura para muchos.
No abandones la obra de tus manos.
Date prisa en socorrernos.

Dios está siempre con nosotros, sanador, liberador, salvador.
Lo descubrimos poco a poco en la realidad cotidiana.
Y su presencia reanima nuestra vida.
Hace posible la alegría, incluso en el dolor.
Dinamiza nuestra esperanza para encontrar caminos nuevos de paz y de justicia.

Esperanza: «...vuestra tristeza se convertirá en alegría».
Esa es nuestra fe.
La confianza en Él hace que la tristeza sea pasajera y la alegría un deseo que ya se está haciendo realidad.
Con Él la alegría se basa en su fidelidad.

Pongamos en manos de María a todos los que están tristes para que ponga en cada uno de ellos la semilla de la alegría, que germinará “en un poco”.

Jesús, Tú me enseñas que el amor produce alegría y paz.
Y, sólo puedo realizarme en el amor, en la entrega generosa y confiada a los demás.
Ayúdame a hacer esta misma experiencia cada día, porque me has creado para recibir y dar amor.

Me abrazo a ti, Jesús.
Tú me metes en el corazón de Dios.
Tú renuevas lo que yo soy.
Tú estás cerca
y siempre puedo contar contigo.

¡Señor, no nos abandones!
Envíanos tu Espíritu, y con Él, el amor, la alegría, la paz, la paciencia, la longanimidad, la benignidad, la bondad, la mansedumbre, la fidelidad, la modestia, la continencia y la castidad.

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