Entrar por ti...



«Yo soy la puerta: 
quien entre por mí se salvará 
y podrá entrar y salir, 
y encontrará pastos» 
(Jn 10, 1-10)

El domingo del Buen Pastor es un domingo bello, un domingo de paz, de mansedumbre, de ternura, porque nuestro Pastor cuida de nosotros. 
“El Señor es mi Pastor, nada me puede faltar”. (Sal 22)

Tiempo de incertidumbre e inseguridad, de sentirnos especialmente frágiles; de convivir con interrogantes y dudas, de asumir que no lo podemos controlar todo; de adentrarnos en el silencio, puerta del Misterio, que acoge, acepta, contempla, confía y deja a Dios ser Dios.

Nacer de nuevo.
Volver a nacer en una vida más humana, más generosa y sencilla.
Potenciar en lo que somos, lo mejor de nosotros mismos.
Agradecer a Dios su presencia en nuestra vida y en el mundo. 
Volver a la tienda del encuentro, al hogar, al camino, a la senda del corazón.


Dios nos está llamando y tiene una oferta de liberación, pero sólo podremos escucharle en el silencio, cuando venzamos el miedo de encontrarnos con nosotros mismos y con Dios.
Él desea empaparnos de su amor.
¿Estoy dispuesto a acallar mi mente para escuchar en el silencio la voz de Dios que me llama?

Sigamos la voz de Dios y no la del enemigo:
“La voz de Dios no impone, propone, corrige con paciencia y siempre da fuerza, consuela y alimenta la esperanza”.
“El mal nunca da paz. Al final deja amargura”. (Francisco)


La Puerta la atraviesa quien la descubre, quien la elige, quien ansía conocer.
Es una decisión en absoluta libertad.
Jesús llama y espera, confía y aguarda. Él es la única Puerta.
Quien no entra por él e invita a entrar por él, es un bandido.


Nos conoce por nuestro nombre y nos quiere.
Se preocupa de nosotros y sale a buscarnos si nos sentimos solos o perdidos.
Con Él nada nos va a faltar.
El Señor es mi pastor, tu pastor.

El buen pastor no se exhibe, se arriesga; se agota por los demás no vive para cumplir; no dice lo que hay que hacer, lo vive codo a codo; no juzga, se pone en el lugar del otro; no dice cómo es Dios, lo busca y lo transparenta; no se anuncia, vive en misión y ora por su pueblo

Llamados a ser Iglesia en marcha, en 'salida', de pies y manos en el barro, de calles, periferias y personas, de encuentros y propuestas, de transformación y misión...
La respuesta es para vivir a la intemperie con los otros.


María, Divina Pastora de nuestras almas.
¡Camino y Puerta!
¡Guardiana de la fe!
¡Alta voz susurrante que nos invita a seguir, porque le conoces íntimamente, al Pastor de ojos grandes!
¡Dulce Pastora!
¡Ruega por nosotros!

Entrar por ti… Buen Pastor, dame escuchar tu voz todos los días, que tu voz resuene en mí, como música de fondo, todos mis instantes. 
Dame conocerte como soy conocido.

Dame entrar en comunión contigo y con el Padre.
Dame poner mis pies sobre tus pisadas de compasión y de amor. 
Dame pertenecerte enteramente.
Dame ser uno contigo, como Tú y el Padre sois uno.
Dame entrar en tu humanidad rebosante de divinidad.
Dame entrar en ti y contagiarme de tu modo de pensar, sentir y amar.
Dame saber cuidar a quienes tú has puesto en mi vida.
Dame ser puerta y puente y camino para que lleguen a ti, y para que sean felices con esa vida abundante que quieres regalar a todos.
Dame entrar en ti y por ti hacia la vida verdadera.


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