Darlo todo

“Yo os digo que no hagáis frente al que os agravia” 

(Mt 5, 38-42)

La ley del Talión es la que se dijo.
Una justicia equitativa.
Saciaba la sed de venganza y la desproporción del daño.
La ley del amor, es la que se dice.
Es desproporcionada en el don y la entrega, y sana el dolor del daño con ternura y misericordia.

Romper la espiral de la venganza y devolver una moneda diferente a la recibida descoloca al que tenemos enfrente y le hace bajar la guardia. Este es el único caldo de cultivo válido para tender puentes entre adversarios.

El amor es una fuerza creativa que transforma la vida.
Es novedosa la revolución de la ternura, de la no violencia; la osadía de devolver bien por mal. Es necesaria la conversión del corazón para poder actuar así. No es fácil, pero sé que es el camino. Jesús es testimonio vivo.

El amor nos estimula a dar todo lo que los demás necesitan.
Si veo que el otro necesita mi túnica y mi manto, le daré los dos, aunque él sólo me pida una prenda.
Si el otro necesita mi ayuda, le daré no sólo las mejillas, sino las manos para trabajar con él.

En el acompañar es el otro quien señala el camino, los momentos de dar y darse.
La respuesta por nuestra parte tiene que ser generosa, gratuita, dejar siempre que sea él, no taparlo con nuestros gestos, que sepa que estamos al lado, que estamos cerca.

Jesús nos llama a vivir una relación nueva con los demás, incluso con nuestros enemigos, no por pasotismo, ni por buenismo, ni por cobardía, sino desde la plena libertad de ser y sabernos hijos de Dios; como Él nos amó.

"Señor, derrama sobre nosotros tu Espíritu de Amor.
Que venga en ayuda de nuestra debilidad para vencer las tentaciones del odio y el egoísmo. Que nos haga vivir la caridad que es paciente, amable, no lleva cuentas del mal, aguanta sin límites y todo lo soporta."

Madre Nuestra, intercede por nosotros para que tu Hijo nos haga partícipes de su fuerza, para que la gracia de su bondad apresure la salvación que retrasan nuestros pecados.

Amar es darlo todo y darse a sí mismo

Vivir de Amor, es darse sin medida
sin reclamar ningún salario aquí abajo.
¡Ah! doy sin contar, estando muy segura
que cuando se ama, no se calcula!
Al Divino Corazón, desbordante de ternura,
se lo he dado todo… corro ligera.
No me queda nada más que mi única riqueza:
Vivir de Amor.

Vivir de Amor, es expulsar todo temor,
todo recuerdo de las faltas pasadas.
De mis pecados no veo ninguna huella,
¡en un instante el amor lo que quemado todo!
Llamarada divina, oh dulce hoguera,
en tu hogar he fijado mi estancia.
Es en tu fuego que yo canto a mi placer (cf Dn 3,51):
«¡Vivo de Amor!»…

 «Vivir de Amor, ¡qué extraña locura!»
El mundo me dice: «¡Ah! deja de cantar,
no pierdas tus perfumes, tu vida:
sepas emplearlas útilmente!»
Amarte, Jesús ¡qué perdida tan fecunda!
Todos mis perfumes son tuyos para siempre,
Quiero cantar al salir de este mundo:
«¡Muero de Amor!»

Santa Teresa del Niño Jesús. Poesías

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