«El mismo David, movido por el Espíritu Santo, dice:
“Dijo el Señor a mi Señor:
siéntate a mi derecha, y haré de tus enemigos estrado de tus pies”»
(Mc 12, 35-37)
La palabra de Dios no siempre es fácil de entender y aplicar a la vida de cada uno. Pero es más fácil acercarse al Misterio cuando hay actitud de escucha y estamos receptivos a lo que Dios quiere decirnos.
Los cristianos no anuncian una espiritualidad privada o personal sino un nuevo Rey bajo cuyo señorío todo debe estar sujeto. Estamos rodeados de señores, pero Señor, sólo hay uno. Lo demás son engaños o autoengaños que nos hacen creer lo que no somos, no podemos o no debemos. El Señor nos invita a descubrirnos y descubrir el gusto de escucharlo, seguirlo y vivir una vida feliz
Todas las realidades humanas, iluminadas y transformadas por la gracia, son un anticipo de la Vida eterna, un signo visible del amor incondicional de Dios.
Señor, Tú estás vivo y me buscas para tener un encuentro conmigo en la oración, para recordarme que Tú eres el mesías, el Hijo de Dios, que tu Palabra es la verdad y que necesito dejarme amar por Ti para poder, así, amar a los demás.
Persevera en conocer y vivir el Evangelio. Es el camino para encontrar la alegría y el sentido de la vida. Adéntrate en la Palabra y ponte a la escucha, porque en ella Jesús nos habla. Y es gozoso escucharle. "Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen”.
Oración para servir
Oh Cristo, para poder servirte mejor,
dame un noble corazón
Un corazón fuerte
para aspirar por los altos ideales
y no por opciones mediocres.
Un corazón generoso en el trabajo,
viendo en el no una imposición
sino una misión que me confías.
Un corazón grande para el sufrimiento,
siendo valiente soldado ante mi propia cruz
y sensible cireneo para la cruz de los demás.
Un corazón grande para con el mundo,
siendo comprensivo con sus fragilidades
pero inmune a sus máximas y seducciones.
Un corazón grande para los hombres,
leal y atento para con todos
pero especialmente servicial y delicado
con los pequeños y humildes.
Un corazón nunca centrado sobre mí,
siempre apoyado en ti,
feliz de servirte y servir a mis hermanos,
¡oh, mi Señor!
todos los días de mi vida.
Amén.
Padre Ignacio Larrañaga
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