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Dar plenitud


"No he venido a abolir, sino dar plenitud"
Mt 5, 17-19

Ser coherente también es aceptar los cambios, los propios y los de los demás. Somos seres en evolución.
Ser fieles a nuestra propia conciencia, al camino que el corazón va intuyendo.
Acoger la vida como un constante fluir.
Y no ceder ante el miedo.

Toda la Escritura, la Ley y los Profetas, alcanza su plena realización en Jesucristo.
Y Él nos da su Espíritu, la gracia de su amor, para que también alcance su plenitud en nosotros.

La ley regula nuestra libertad de manera externa.
Pone límites para regular la convivencia.
Ir más allá de ella, no es incumplirla, sino dejarnos hacer por una ley mayor, la del Amor. Nos plenifica.

Nos hace descubrir lo ilimitado, lo infinito, lo eterno.

Dios nunca se deja ganar en generosidad, y promete, a todo el que quiera ser su mensajero, ser grande en el Reino de los Cielos.
No dejemos en nuestra vida pasar la oportunidad de ganar un premio que no se acaba, y que a fin de cuentas es el que gozaremos por toda la eternidad.

Gratis el sol, gratis el planeta, gratis la vida, gratis el sentir y el pensar... Demos gratis la vida, el cuidado, el servicio, los dones, la compañía, el tiempo, la escucha, la comprensión, el perdón, nuestras capacidades...

Manda y ordena lo que quieras

Señor, tú que nos diste el que te encontráramos 
y el ánimo para seguir buscándote, 
no nos abandones al cansancio ni a la desesperanza. 
Haznos buscarte siempre y cada vez con más ardor. 
Y danos fuerzas para adelantar en la búsqueda.

Manda y ordena lo que quieras, 
pero limpia mis oídos para que escuchen tu voz. 
Sana y abre mis ojos 
para que descubran tus indicaciones. 
Aparta de mí toda ignorancia 
para que reconozca tus caminos. 
Dime a dónde debo dirigir la mirada para verte a ti, 
y así poder cumplir lo que te agrada

San Agustín

 


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