“Venid a mí todos los que estáis cansados
y agobiados, y yo os aliviaré”
(Mt 11, 28).
La solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús es una canción al amor humano y divino de Jesús. Muestra que todo se debe al amor: desde el plan original de Dios hasta la creación, la redención, la plenitud de la comunión en Dios.
Todo esto brilla en el corazón de Jesús.
Nuestros cansancios y agobios encuentran alivio y descanso en el corazón de Cristo, fuente inagotable del amor y de la misericordia del Padre.
Humildad de corazón es la capacidad de alegrarse con el éxito de los otros, saber reconocer nuestras limitaciones.
Ser manso significa buscar y ver la bondad de las cosas, es la templanza, la suavidad y la calma en las relaciones.
Acerquémonos a Él con una fe profunda, con un amor ardiente y no le toquemos la orla del manto, besemos su Corazón, adoremos su Corazón y robémosle la gracia.
Él lo único que pide es que vayamos a Él.
¡Él está deseando darnos, deseando curarnos, está deseando aliviarnos...
¡NO PERMITAS SEÑOR!
Porque es tarde, Corazón de Jesús,
y en estas horas de tu fiesta
para mí ha anochecido
no permitas que nunca más se nuble el día
ni se haga áspero el camino para los que te queremos
¡NO DEJES SEÑOR QUE SE APAGUE LA LUZ!
Como tantas veces se han eclipsado
las sendas, los atajos y los caminos
que preferí escoger lejos de Ti y de tu Palabra
¡QUE VEA LA LUZ SEÑOR!
Como tantas veces al saludo del alba en campanas
o en el repliegue del sol
toda esta vega y montes
eran testigos de tu impulso creador
¡NO DEJES SEÑOR!
Porque, es tarde, porque tememos perderte
las huellas que otros, antes que nosotros, nos dejaron y
siguieron
No nos dejes solos, Señor;
quédate como peregrino por estas calles
que saben de la grandeza y de la pobreza
de los hijos de Dios y de sus miserias
No nos dejes solos, Señor,
acompaña la vida y las ilusiones
de esta ciudad que en Tí
siempre ha encontrado calor, respuesta y seguridad.
¡NO NOS DEJES SEÑOR!
Sigue siendo esa brújula que orienta a la ciudad que
duerme:
a los hombres que estando despiertos
se pierden y no se encuentran
a los que esperan y se desesperan
a los que creen pero quedan atenazados por mil dudas
¡QUÉDATE CON NOSOTROS SEÑOR!
Y perdona cuando en el horizonte de mi vida
no dejé brillar tu rostro
Cuando al inicio de cada jornada olvidé regalarte un
pensamiento
porque en la enfermedad no encendí el cirio de la
esperanza
cuando en la vida de cada día
me deje arrastrar por el duro y frío vacío de las cosas
¡ACOMPÁÑANOS SEÑOR!
Y que te veamos en los acontecimientos de cada jornada
en el hondo de estas tierras
y en lo más alto de las cumbres de nuestros montes.
Y que te veamos que, cuando sales desde el altar,
hasta nuestras calles
compartes y sientes nuestra condición de peregrinos.
Quédate y cuando nos toque mudar de este mundo e ir
contigo
que nos presentemos ante Dios con el traje de la FE:
CON EL CORAZÓN LLENO DE FIESTA
Javier Leoz
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