“Dad al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios” (Mc 12, 13-17)
Siempre es
buen momento para la reconciliación, para el abrazo y la ternura.
No dejes que se enquisten las penas ni el rencor en tu corazón.
Brotará la alegría humilde del que se reconoce necesitado de perdón y se
sabe perdonado y acogido.
El Señor es compasivo y misericordioso.
No basta con
admirarle, tenemos que seguirle, adherirnos a Él, ser de los suyos, dejarle
sitio, que su propuesta nos cambie la vida, que no seamos los mismos después de
conocerle
El César y Dios. No se contraponen. Se complementan. No busquemos a Dios en lo lejano o lo abstracto, sino en la construcción de un mundo donde nadie pase necesidad, se sienta oprimido, marginado o excluido. Dios tiene manos en las manos que buscan el bien común.
Nosotros mismos, somos la mejor moneda de Dios, donde ha plasmado Su Imagen... Ésta es la grandeza del hombre, "con tal de que la conserve"
Bendito seas,
Señor Jesucristo, Hijo del Padre, porque me enseñaste a dar a Dios lo que es
suyo y a la autoridad civil la obediencia debida, siempre que respeten la
dignidad de las personas.
El hombre se
realiza plenamente amando, devolviendo a Dios lo que es de Él. Porque Él ha
puesto su imagen en nosotros, y Él es amor.
¡Su Espíritu
nos permite reconocer en el otro a Jesucristo, imagen perfecta del Padre!
¡Señor!,
gracias por recordarme cuáles son las prioridades en mi vida.
Señor, que no dude darte generosamente el tiempo que te mereces.
Señor, ilumíname cuándo me exceda con las cosas de este mundo, para que pueda
tener claro los límites entre lo tuyo y mis demás ocupaciones.
De Dios y del
César.
Césares efímeros,
engañosos amos
de vida y conciencia.
Ofrecen aplausos,
prometen fortuna
otorgan prebendas,
proponen atajos
sin viaje de vuelta.
Seducen, envuelven,
alimentan egos,
ejercen violencia
con puño de hierro,
y guante de seda.
Ídolos de un día,
sentados en tronos
de falsa grandeza.
Perfección de piedra,
halago de saldo,
carteras repletas.
Poder arbitrario.
Inútil belleza.
De Dios, el amor,
el tiempo,
la mesa.
El pan para todos,
y la puerta abierta.
De Dios, la justicia
peleada, sincera.
El perdón gratuito.
La pregunta viva,
la verdad molesta.
El abrazo limpio.
La bondad.
La fiesta.
(José María R. Olaizola, sj)
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