Ir al contenido principal

Hágase tu voluntad


«Padre mío, si es posible, que pase de mí este cáliz. 

Pero no se haga como yo quiero, sino como quieres tú» 

(Mt 26, 36-42)

 

Jesucristo es el puente definitivo de encuentro entre el hombre y Dios, 'por Cristo, con Él y en Él'.
Es el que manera definitiva acerca, presenta y facilita el encuentro de Dios con el hombre, en Él se hace realidad este misterio.

 

En el cenáculo, Cristo nos ha confiado su propia misión sacerdotal: hacer visible –en nuestra propia debilidad– el amor de Dios, e interceder por todos, ofreciéndonos cada día al Padre y a los hermanos, para la vida del mundo.

El sacerdocio de Cristo, como el de todo bautizado, se recoge en tres palabras: hágase tu voluntad.
Le ofrecemos nuestra libertad para que nuestra voluntad se conforme con la suya. No se haga como nosotros queremos, sino lo que él quiera.


Te tenía elegido ya antes de haberte un día formado, antes de haber nacido y de ser alumbrado, ya antes te tenía consagrado. (Jr 1, 5)
Desde el seno materno, ya desde las entrañas me llamó; su designio era eterno, desde siempre me amó y ya entonces mi nombre pronunció. (Is 49, 1)
Por eso me sondeas, por eso me sondeas y conoces, por ver si en mí te reconoces para que, como Padre, en mí te goces. (Sal 138)

Demos gracias a Dios Padre por su Hijo, único sacerdote y por los que él ha elegido para que configurándose con él den testimonio constante de fidelidad y amor.

 

Mi cuerpo es comida

Mis manos, esas manos y Tus manos
hacemos este Gesto, compartida
la mesa y el destino, como hermanos.
Las vidas en Tu muerte y en Tu vida.

Unidos en el pan los muchos granos,
iremos aprendiendo a ser la unida

Ciudad de Dios, Ciudad de los humanos.
Comiéndote sabremos ser comida,

El vino de sus venas nos provoca.
El pan que ellos no tienen nos convoca
a ser Contigo el pan de cada día.

Llamados por la luz de Tu memoria,
marchamos hacia el Reino haciendo Historia,
fraterna y subversiva Eucaristía.

(Pedro Casaldáliga)


Comentarios

Entradas populares de este blog

"Señor, enséñame a orar"

“Cuando oréis decid: “Padre”  (Lc 11,2).    Los discípulos fascinados por las palabras y gestos de Jesús se preguntan: ¿De dónde le nace tanta vida al Maestro? Por eso le piden que les muestre el manantial que lleva en el interior, que les enseñe a orar, que les revele “eso” que le lleva a entregar la vida, gratuitamente, por los caminos.   Acoge en silencio profundo la palabra más bella, más entrañable y más nueva que Jesús lleva en su corazón: ¡Abba!   ¿Cuántas veces has dejado de orar? Por dejadez, desánimo...hay mil causas. El Padre es bueno, te espera paciente y sabe que en el fondo de tu corazón anhelas estar cerca de Él. Dile confiado: "Señor, enséñame a orar" En este mundo a veces tan chato y funesto donde pareces no estar, Señor, enséñanos a orar.  Sí, enséñanos a orar, a tener claro y a recordar que somos tuyos y no nuestros. Orar es conectar con la raíz del ser; es entrar en la onda del Padre, sin...

Gracias, Señor.

El titulo de esta entrada me la ha do el Papa Francisco esta mañana en su tuit  @ Pontifex_es Termina un año y estamos a punto de comenzar uno nuevo. Se cierra un libro y empieza un nuevo libro con las paginas en blanco. Hoy es un buen momento para hacer balance del año, pedir perdón, dar gracias y pedir ayuda.  En el año que termina ha habido de todo, pero la certeza del amor de Dios ha estado conmigo todos los días. Su ternura la he sentido muchas veces, y muchas veces su mano me ha levantado. Gracias, Señor porque no termino el año sólo y el nuevo lo puedo empezar contigo. Por eso yo no le pido nada al 2015, yo se lo pido a Dios. En tus manos Señor pongo mi vida en este nuevo año 2015

SAN JOSÉ

Salve, José, amante y tierno padre. Salve, guardián de nuestro Redentor. Esposo fiel de tu bendita Madre y salvador del mismo Salvador. Al buen Jesús pudiste ver sin velo y sobre ti sus miembros reclinó. Al Hacedor de tierra, mar y cielo con cuánto amor le besas y te besó. ¡Oh, qué feliz el nombre de Hijo que dabas! Ninguno fue por Dios tan encumbrado como tú, José. ¡Oh, fiel guardián de nuestro Redentor! Dichoso aquél, José, que tú proteges y el que con fe te invoca en la aflicción, jamás, jamás lo dejas sin amparo y protección. ¡Oh, San José, amante y tierno padre, santo sin par y espejo de virtud! Haznos amar a la divina Virgen y a nuestro Dios y Salvador. “Protege, oh bienaventurado José, protégenos en nuestras tribulaciones. Defiéndenos de las asechanzas del demonio, protégenos con tu patrocinio, y ayúdanos y sostennos con tu auxilio para que podamos santamente vivir, piadosamente morir y alcanzar en los cielos la eterna bienaventuranza”. (León XIII)