¿Qué frutos?
Siempre habrá en el rebaño del Señor lobos disfrazados de corderos, falsos profetas que no anuncian la Palabra de Dios sino su propia palabra, mezquina e interesada; los agoreros de calamidades o sirenas de tierras prometidas por las modas de su tiempo. "Cuidado" dice el Señor.
La advertencia de Jesús sobre los falsos profetas, resuena con una gravedad que trasciende los siglos, proyectando sombras ominosas sobre nuestra era contemporánea. Este texto bíblico se alza como un faro de advertencia, una señal de alerta en un horizonte cada vez más oscuro.
«Cuidado con los falsos profetas» Tenemos ejemplos de salvadores que aprovechan los malos momentos para anunciar falsos mensajes y hablarnos de ellos mismos haciéndose diosecillos. Nos alejan de la paz de vivir en nuestra casa y de amar a quien siempre nos amó.
Los falsos profetas son los que manipulan, tergiversan y mienten. Busca satisfacer su interés y no el bien común. Tienen apariencia de docilidad y sumisión cuando en realidad son depredadores que buscan conquistar sus objetivos. Los frutos marcan la diferencia.
"Por sus frutos los conoceréis". Aprender a elegir bien es una tarea que nos ocupa toda la vida. El arte del discernimiento nos hace estar atentos a cómo decidimos los pasos que damos en la vida. ¿Lo que más me apetece o dónde más me necesitan? ¿Lo que controlo o lo que supone un reto? ¿Intrepidez y riesgo o comodidad y calma? Nunca es fácil decidirnos. Jesús hoy nos da una clave que ayuda mucho. Mira los frutos de tus decisiones. Si los frutos nos regalan paz y alegría hemos acertado. Si nos dejan inquietos y tristes, quizá no. Dar fruto es tener el corazón abierto para escuchar la Palabra de Dios y llevarla a la vida con la ayuda del Espíritu Santo. Dar fruto es comunicar a los demás una experiencia, una fe que hemos recibido como un don. Las obras hablan siempre más y mejor que las palabras.
El fruto de la oración es la fe.
El fruto de la fe es el amor.
El fruto del amor es el servicio,
El fruto del servicio es la paz
(Teresa de Calcuta).
“Por sus frutos los conoceréis”. Tienen que ser frutos de entrega y no de egoísmo. Palabras que hablan del Dios de Jesucristo, del Dios que es Amor, y van acompañadas de frutos de entrega generosa, de servicio desinteresado, del cuidado del hermano.
no por sus palabras,
sino por sus hechos:
por su modo de amar,
por su entrega a los demás,
por perdonar y acoger.
La Virgen María, “fruto bendito de tu vientre” es el único capaz de colmar cualquier dicha nuestra. Sabemos que la cruz nos acompaña todos los días, y en el momento más inesperado. Pero en el árbol en el que fue crucificado su Hijo afloran los frutos más sabrosos. Con su ayuda subiremos a ese madero y “robaremos” uno para nuestro corazón.
Incoherentes
Cantan la paz y
hacen la guerra.
Gritan amor y escupen odio.
Escriben libertad
en cadenas que forjan para otros.
Señalan a Dios, acusando,
«¿No eras omnipotente?».
Pero con su propio poder
no mueven un dedo
para aliviar dolores ajenos.
Sonríen por fuera
y desprecian por dentro.
Dicen que todos somos únicos,
pero rechazan a los diferentes.
Tras pancartas de justicia
ocultan la indiferencia.
Acusan: «ellos».
Pero ¿no seremos nosotros?
(José María Rodríguez Olaizola, Sj)
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