Él sabe
Orar no es cosa de palabrería, y tampoco de monólogos o reflexiones con uno mismo. Es abrirse la trascendencia, entrar en diálogo con el totalmente otro; es tratar con Aquel que sabemos que nos ama; es dejarse mirar por el creador y abandonarse en los brazos de mayor ternura.
«Cuando recéis, no uséis muchas palabras» La oración nace del corazón, es como la mirada de una madre que sabe lo que pasa en el hijo sin que se diga nada. Igual la relación con el Padre, no necesitamos hablar mucho para saber lo que necesitamos y nos ayude a cumplir su voluntad.
"Vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes de que lo pidáis." Lo sabe porque nos conoce, porque ha modelado cada una de nuestras vidas. No porque estemos programados o determinados. Nuestro "Abba" escucha el clamor de sus hijos, sabe lo que nos oprime y nos alegra. Su providencia es una continua llamada a nuestras vidas para reconocer sus pasos junto a los nuestros. Nos invita a que le hablemos, que le pidamos, que le agradezcamos. No por Él, sino por nosotros. Hasta que hagamos de la confianza radical el modo de vivir todas las circunstancias de nuestra vida.
“Vosotros orad así: ”Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad” Este es el regalo que nos hace Jesús: poder tratar de amistad con quien sabemos que nos ama. La confianza y la ternura son actitudes para encontrarnos con Dios Padre. Él conoce nuestras necesidades, nos invita a preparar la mesa para todos y a compartir la fraternidad.
El Padrenuestro es una oración con las palabras necesarias para no caer en la charlatanería. Llena de peticiones en plural para liberarnos del individualismo. Recoge los deseos más profundos de Dios y fraternidad. Para orar meditando y reflexionando cada palabra.
Madre del Padrenuestro, enséñanos a levantar nuestras manos para que confiados y abandonados al Padre, con el ejemplo de tu Hijo, seamos constructores de unidad (todos los hombres hijos, todos hermanos) y trabajemos por la justicia (que no falte el pan).
No puedo abrumarte con tercos argumentos
ni con obsesivas oraciones,
para que me concedas salud,
vida larga, éxito....
Yo sólo quiero pedirte tu amor y tu gracia
y que mi corazón diga: «Me basta».
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