Pedro y Pablo
Hoy es la Fiesta de san Pedro y san Pablo. Pedro y Pablo tienen dos llamadas diferentes, dos procesos de conversión, dos proyectos de vida y misión muy diversos. Pero es Cristo su centro, a quien siguen, a quien anuncian.
Pedro estuvo con Jesús; Pablo no. Pedro fue el signo de unidad y Pablo llevó el evangelio a todas partes. Jesús fue el centro de sus vidas y ambos llegaron a dar la vida por él.
«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Esa pregunta define radicalmente nuestro nivel de compromiso e intimidad con Jesús. Puede responder nuestra parte intelectual. Todo lo aprendido y el conocimiento teológico adquirido a lo largo de los años. O puede responder nuestra entraña, lo existencial, lo afectivo. Cuando la fe ya no son conceptos ni ideas sino personas. Jesús nos pregunta personalmente. Que nuestra respuesta también lo sea.
Es el Señor quien nos recuerda que la fortaleza viene siempre de Él, que es quien edifica la comunidad con nuestro barro y a pesar de él. Pedro es la piedra sobre la que se edifica la Iglesia. El cimiento lo pone Jesús en un hombre que lo había reconocido como el Mesías, el Hijo de Dios vivo. La Iglesia se asienta en la confesión de fe de quien es Jesús. Acogerlo y proclamar esa Buena Noticia.
Jesús declara dichoso a Pedro porque el Padre le ha revelado el misterio de reconocerle como Mesías y como Hijo de Dios. Le confía la misión de ser la roca sobre la que se asentará su Iglesia.
Digamos con fe, como dijo Pedro: Señor Jesús, tú eres mi Señor… Creo en ti, en tus Palabras de vida eterna.
Señor, creo, pero aumenta mi fe. Y yo ¿me siento feliz por haber sido llamado y enviado por Jesús?
Te doy gracias por Pedro y por todas las personas que son piedra en la que me apoyo.
Te doy gracias por Pablo y por quienes comparten la fe y la novedad de la fe cristiana.
Da la fuerza e inspiración del Espíritu Santo al papa Francisco para que siga guiando a la Iglesia en medio de las zozobras y oscuridades del momento presente.
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