Dios de la Vida

 


"Estáis equivocados, 
porque no entendéis la Escritura 
ni el poder de Dios." 
(Mc 12,18-27).  

 Con mucha facilidad nos equivocamos. Con los demás, con nosotros mismos, con Dios. Lo juzgamos todo a primera vista y siempre sesgamos la realidad. Nos faltan datos y opinamos alegremente de todo, sin saber de fondo, lo que viven los otros. A Dios lo acusamos de inoperante, inútil, de no detener guerras, de no paliar el hambre. Nos fabricamos imágenes de Dios sin dejar que sea su Palabra y su Espíritu el que nos ilumine. El Espíritu Santo viene en nuestra ayuda para liberarnos de nuestras ataduras, abrir nuestra mente y nuestro corazón a Dios. Por eso necesitamos espacios para encontrarnos de nuevo con Él.
 


“No es Dios de muertos, sino de vivos”
Muchos preferirían que fuese un Dios de muertos, es decir, inoperante e inofensivo. Pero no es así. Al contrario, es omnipotente y siempre sorprendente, pues es Dios de vivos y no de muertos. Relacionarse con él es la aventura más desconcertante y maravillosa que se pueda vivir. No es Dios de muertos porque cree en una segunda oportunidad; porque no se queda en nuestras equivocaciones; porque siembra esperanza en el desconcierto y el sufrimiento; porque la vida brota por encima de miedos y egoísmos; porque el Amor siempre es más fuerte.
Dios es amigo de la vida; cuida la vida, la levanta, la acompaña hasta la plenitud. No deja que perezcan los que Él ama. Cuida hoy tu vida. Cuida la vida de los que tienes cerca. Es una forma de alabar y de bendecir al Dios de la vida. Encamina mis pasos hacia la vida.  


Dame tu vida. Dame la vida.
Mi Dios, pon mi corazón junto a tu fuente.

Creemos en un Dios que da vida, nos acompaña nos llena de esperanza cuando todo parece decaer, pero sobre todo su aliento nos lleva a vivir a que dar sentido a lo que hacemos y anunciar que Dios vive y mostrarlo en nuestros actos de cada día.
¡Ingresemos!, La escuela de Santidad del Corazón Sacratísimo es la fuerza del amor divino, que restaura nuestra capacidad de amar, y nos hace verdaderamente humanos y verdaderamente divinos.

 Todo
Estás siempre alrededor.
Eres el compañero discreto,
el amigo incondicional,
la presencia segura.
Eres el alivio inesperado,
la llamada imprevista,
el cariño sincero.
Eres la palabra constante,
la mirada profunda,
el abrazo que sana.
Eres mi todo.
Y nada.
Nada me puede separar de ti.
Mira que a veces, sin quererlo, me alejo.
Pero tú eres más fuerte que mis miedos.
Me esperas al llegar a un nuevo puerto.
Eres la calma tras la tormenta,
la risa bajo las lágrimas,
peregrino sorprendente,
que apareces, a mi lado,
cuando menos te esperaba.
A este lado de mis dudas,
de los peligros, de las nostalgias.
Te me has vuelto Palabra hasta en silencio.
Y no puedo dejar de pronunciarte.


(José María R. Olaizola)





 


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