Mi Capitán
El evangelio de hoy no es simplemente una historia de fe; es una advertencia y un desafío. Nos enfrenta a la realidad de nuestras tormentas internas y externas, y nos llama a buscar una calma más allá del pánico, una fe que pueda sostenernos cuando el mundo parece desmoronarse
El Señor nos invita a ir a la otra orilla, nos envía a la aventura de lo desconocido, incluso hostil. Eso supone una auténtica crisis en los discípulos, una verdadera tempestad. Parece que se hunde la barca y Jesús duerme. Pero cuando lo despierta nuestro miedo, todo se calma.
“Vamos a la otra orilla”. Es una propuesta con riesgos. Salir de la zona de confort y aventurarse a lo incierto. Afrontar las tempestades de la incertidumbre, injusticias y miedos. Olas que rompen con mentiras y desprecios. Solo Dios increpa a todo, y llega la calma.
¿Cómo de grande es tu fe?…Pasa a la otra orilla
En la tormenta nunca olvides que Jesús es tu salvavidas. En las dificultades, preocupaciones y angustias, confía en Él. Por fuerte que sea el oleaje, jamás permitirá que te hundas.
En medio de la tormenta, Jesús nos muestra su poder y nos invita a confiar plenamente en Él. En nuestras dificultades, recordemos que Jesús está con nosotros y puede calmar cualquier tormenta.
«¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?». En la vida atravesamos tormentas. Unas externas que se arremolinan ante nosotros poniendo toda la estabilidad en crisis. Otras internas, que los demás no ven ni entienden, pero que nos arrastran y nos angustian. La tormenta se puede vivir de muchas formas. Jesús la vive durmiendo. Minimizando su impacto en su vida. Los apóstoles gritando llenos de miedo. Jesús se despierta que dialoga con la tormenta, y se llena el mar de calma. La oración, la confianza puesta en Jesús es la esperanza que nos llega y calma todas las tribulaciones.
Jesús no nos ahorra las contrariedades, sino que nos ayuda a afrontarlas. Así aprendemos a aferrarnos a Él cada vez más, a confiar en su poder.
Sin control y sin ancla,
la barca salta
como juguete
en manos de un crío.
Gritamos.
Nadie parece escuchar.
¿Dónde estás?
¿Nos has abandonado?
¿Hay alguien ahí?
La brusquedad nos sobrecoge.
La indiferencia nos angustia.
No hay contra quien cargar,
y, sin embargo,
buscamos culpables del viento.
Otras veces hemos surcado
este mar furioso,
y con tu ayuda salimos adelante.
¿Por qué olvidamos tu modo de estar
en cuanto nos atrapa la tormenta?
@jmolaizola
Comentarios
Publicar un comentario