"Venimos a adorarlo".
“Los Magos que vienen de Oriente son sólo los primeros de una larga lista de hombres y mujeres que en su vida han buscado constantemente con los ojos la estrella de Dios, que han buscado al Dios que está cerca de nosotros y que nos indica el camino. Es la muchedumbre de los santos —conocidos o desconocidos— mediante los cuales el Señor nos ha abierto a lo largo de la historia el Evangelio, hojeando sus páginas; y lo está haciendo todavía” (Benedicto XVI)
Buscar, seguir la estrella, perseverar en la búsqueda, entrar en su casa, encontrarse con Él, adorarle, poner en sus manos lo que somos, salir de nuevo, volver como hombres y mujeres nuevos por caminos nuevos a nuestra vida de cada día. La lección de los Magos, pura magia.
La estrella de la fe nos guía en la oscuridad, mantiene en nosotros viva la esperanza y nos llena de inmensa alegría. Hay quien se niegan a mirar al cielo o a buscar las huellas de Dios. Como los magos de oriente alegrémonos por ver la estrella que nos conduce al Salvador.
Entraron en su casa, querían cercanía y encuentro, abrazo y estar a su lado. Entraron y adoraron, "venimos a adorarlo". Adorar es rendirse a los pies de aquel al que admiras, al que amas con locura, es orar, es considerarse pequeño ante su majestuosidad...
La gloria del Señor amanece sobre cada una de nuestras vidas. Él ilumina nuestras existencias. Es trabajo nuestro de reconocerlo lo que permite que los demás se beneficien de nuestra luz. El regalo ya lo hemos recibido. Ahora hay que saber que hacer con él. ¿Ignorarlo? ¿Acogerlo? ¿Llevárselo a los demás? Ojalá compartamos el regalo de la vida con todos los que nos acompañan día a día.
Tienes dentro de tu corazón el oro, el incienso y la mirra. No te lo guardes. Sigue a la estrella y ofrécelo, compártelo… multiplícalo. Haz que llegue a todo el mundo.
Buscadores
Sigo una estrella
que brilla con un fulgor diferente.
Su centelleo enciende posibilidades.
Su resplandor ilumina parajes donde la justicia es real.
Y dicen que a su luz se descubre al Dios niño.
¿Lo has visto? ¿No quieres buscar conmigo?
Adentrémonos juntos, por la tierra que han de hollar
tantos caminantes que anhelan un Mesías, un libertador.
En un mundo donde tanta gente –también yo–
a menudo pierde el horizonte,
y se entrampa en luchas estériles y en falsas batallas,
Él nos ayudará a romper las ataduras,
sanará nuestras heridas
y colmará los sueños.
¿No quieres buscar conmigo? ¡Vamos!
Cuando lo encontremos
adoraremos
con palabras y acciones sinceras.
(José María R. Olaizola, sj)
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