Bienaventurado

 


"Bienaventurados los pobres en el espíritu, 
porque de ellos es el reino de los cielos." 
 (Mt 5, 1-12ª)
 
En este domingo proclamamos en el evangelio las bienaventuranzas. Podemos decir que las bienaventuranzas son como la esencia del Evangelio, como la carta magna del discípulo de Jesús.
Bienaventurados lo podemos traducir como “bendecidos por el Señor”
Jesús, en la montaña, aparece como el nuevo Moisés y proclama la Nueva Alianza, igual que después lo rubricará desde la cátedra de la Cruz.
Hoy se nos ofrece la oportunidad de meditar este texto fundamental de las bienaventuranzas y a interiorizarlo.
 
Jesús nos propone un nuevo estilo que para que todos seamos felices, bienaventurados, dichosos y santos.

Los pequeños, los que no cuentan, los que no toman decisiones pero viven su vida con honestidad y haciendo el bien a los demás, los que nunca son violentos sino que construyen cada día la paz, los que tienen mirada limpia y saben sufrir sin protestar... son los felices y dichosos
Descubrir que la felicidad es imitar su vida sigue siendo el reto que tenemos todos los cristianos.
 
¡LAS BIENAVENTURANZAS! ¿Camino paradójico? ¡Pero 100% seguro! Este es el camino por el que millones de creyentes, forjaron, el rostro de Jesús en sus vidas y en nuestra sociedad.
 

"Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos." La pobreza y la vulnerabilidad nos definen a todos. Nos constituye ser demandantes de vida y de amor. Todo lo recibimos, no somos generadores de vida sino receptores agradecidos del cuidado y atención que otros nos dan. La dicha está en ser conscientes de esa pobreza que se convierte en oportunidad de abrirnos al amor de otros. Como un bebé con su madre, como una humanidad necesitada frente al amor de Dios.


Señor y Dios nuestro, Bueno y Misericordioso, te damos Gracias porque sólo Tú nos enseñas el camino realmente verdadero para ser felices.
Tú, Dios Bueno, nos enseñas hoy un estilo de vida muy diferente al que nos propone el mundo, pero confiamos que sólo Tú, Dios Misericordioso, tienes Palabra de Vida Eterna y nos amas siempre.
Ayúdanos, Dios nuestro, a lograr que nuestro corazón no se apegue a las cosas pasajeras ni a las personas, sino que logremos liberar nuestro corazón para llenarlo siempre de Ti, Dios Bueno, y de tu Amor.
Ten Misericordia de todos nosotros, Dios Bueno, y ayúdanos cada día a confiar en tu Amor Infinito y a sentirnos siempre afortunados y felices,
por conocerte a Ti, poder amarte y poder seguirte.
Ayúdanos a compartir esta alegría con los demás, predicando siempre a todos tu Evangelio, sin cansancio, para que todos juntos logremos amarte, servirte y alabarte.
¡Ven a nosotros, Espíritu Creador y dador de Vida, para sentir tu Fuerza necesaria para construir todos juntos tu Reino de Vida, Paz y Misericordia en medio del mundo, unidos a las personas “bienaventuradas” de nuestra sociedad, y siempre junto a Ti, para llenarnos de tu Amor. Amén.


 

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