Contigo nada temo

 

"Maestro, 
¿no te importa 
que perezcamos?" 
 (Mc 4,35-41)

Es la pregunta del abatido, del que ve la muerte cerca y al Señor callado, inactivo. Sin embargo, mantiene aún una pequeña puerta abierta a la esperanza. El peligro es inminente pero cómo no confiar en el Señor: sólo Él es capaz de calmar la tempestad y poner paz en el corazón.

La pregunta de los discípulos muestra el gran desconocimiento de quién es Jesús, un miedo que aleja toda fe, y una esperanza quebrada en la dificultad. Jesús responde como Señor de lo creado, Dios de amor, amigo y compañero. El miedo nuevo será apertura al misterio.

 

«¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?». Estando con Jesús no podemos tener miedo, relacionarnos con Él está basado en la fe. La fe nos recuerda que camina a nuestro lado, fe en medio de las tormentas, la fe que mueve nuestros pies para seguirle.

Elijamos la fe que es relación con Él, respuesta valiente y esperanzada, camino por recorrer, don recibido que podemos compartir.

 “Ante el hombre que grita: ‘¡ya no puedo más!’, el Señor sale a su encuentro, le ofrece la roca de su amor, a la que cada uno puede agarrarse, seguro de que no se caerá. ¡Cuántas veces sentimos que ya no podemos más! Pero Él está a nuestro lado, con la mano tendida y el corazón abierto”. (Papa Francisco)


Deja hoy gritar a tu fe: ¡estamos en buenas manos! ¿No lo notas?

En medio de las tempestades de la vida, de mi vida, solo tú, Señor.

 
 
 
Creemos en Dios, creador de la vida,
quien sostiene lo creado y lo guarda de la destrucción;
que nos manda a trabajar, mantener y enriquecer la creación;
que nos llama a una vida
obediente, sirviéndole, en medio de la gente;
que nos guiará en medio de los conflictos de este
mundo; que por su Espíritu Santo congrega a los cristianos
y sostiene a su Iglesia y la renueva
para que sea una comunidad ejemplar entre los hombres;
que en Jesucristo nos salva; que
en él nos muestra la persona nueva,
que ama y vive por los demás sirviendo hasta el sacrificio;
que no tolera la injusticia ni la hipocresía
y nos libra de caer en ellas; que nos juzga y nos corrige;
que nos da poder para luchar en medio de la adversidad y el peligro;
que levanta: personas en todas las épocas
para luchar por un mundo de amor, justicia y paz; que nos
libra del odio en medio de la lucha;
que cada día nos anticipa la esperanza
de su reino de amor, que viene.
Amén

 

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