Podemos tocarle

 

"Como había curado a muchos, 
todos los que sufrían de algo 
se le echaban encima para tocarlo." 
 (Mc 3,7-12)

A Jesús lo sigue una gran muchedumbre. Y quienes se enteraban lo buscaban. Era conocido por sus curaciones. Jesús se deja tocar por quienes sufren. Se prepara para ser estrujado por el gentío. No permanece distante ni indiferente. Se acerca, se implica.

Cuántos gritos de auxilio en silencio y no sabemos escuchar... Si es tu caso, no tengas miedo, ten fe, acércate y... déjate abrazar por El.


Somos tan necesitados que, en cuanto nos dan un motivo de esperanza, nos lanzamos de cabeza a por él. Mucha gente se acerca a Dios por necesidad. Pidiendo curaciones, resoluciones de conflictos, eliminación de angustias, favores divinos. Pero ese acercamiento tiene que madurar, y pasar de la necesidad a la gratuidad.

Querían tocarlo, tenían fe en Él. Tocarlo es posible en nuestro mundo, en las llagas de muchos hermanos que sufren, en los que piden pan porque no tienen, o paz porque la han perdido. Ahí podemos tocarle y donde podemos dejar que nos transforme.


¡Tú eres el Hijo de Dios!
Hasta los demonios lo reconocían. 

Que nos reconozcan por el amor.  

“Mira cómo se aman”. 

Se decían de los primeros cristianos.

 

 

Te presiona la turba de dolientes.
Todas las muestras del sufrir humano
quieren llegar a Ti. Sollozan, gimen,
se arrastran por el polvo hacia tu amparo.


Se te nublan los ojos, aunque sabes
que eres fuente de Vida sin ocaso,
y allá en tu Corazón, donde más duele,
lloras las consecuencias del pecado.


Después, ternura inmensa, a cada uno
vas imponiendo tus divinas manos,
trazando un arcoiris de alegría,
que borra la memoria del nublado.


No queda ahí tu amor, baja más hondo;
quiere llenar de fe lo que ha vaciado
de dolores antiguos. Luego, pides
silencio agradecido al entusiasmo.


Señor, así te miro, así me acerco,
uno más en la fila. ¿Me ves sano?
Pero a ti no te engaña la apariencia.
¿Estoy para tu Reino desahuciado?


Restaura mi interior. Quiero, contigo
volver a ser, humilde, tu santuario
y llevar tu salud de cuerpo y alma
al inmenso dolor de mis hermanos.


Luis Carlos Flores Mateos, sj


 

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