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Mostrando entradas de junio, 2024

Él sabe

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  “Vosotros orad así:   Padre nuestro que estás en el cielo…”  ( Mt 6,7-15). Orar no es cosa de palabrería, y tampoco de monólogos o reflexiones con uno mismo. Es abrirse la trascendencia, entrar en diálogo con el totalmente otro; es tratar con Aquel que sabemos que nos ama; es dejarse mirar por el creador y abandonarse en los brazos de mayor ternura. «Cuando recéis, no uséis muchas palabras» La oración nace del corazón, es como la mirada de una madre que sabe lo que pasa en el hijo sin que se diga nada. Igual la relación con el Padre, no necesitamos hablar mucho para saber lo que necesitamos y nos ayude a cumplir su voluntad. "Vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes de que lo pidáis." Lo sabe porque nos conoce, porque ha modelado cada una de nuestras vidas. No porque estemos programados o determinados. Nuestro "Abba" escucha el clamor de sus hijos, sabe lo que nos oprime y nos alegra. Su providencia es una continua llamada a nuestras vidas para rec

La recopensa

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  “Y tu Padre, que ve en lo escondido,  te recompensará”   (Mt 6,1-6,16-18). Vivimos en una sociedad donde lo que no esté en las redes ni sale en la tele no existe. Sin embargo, lo más importante es lo que vivimos con el corazón, lo que hacemos sin que se vea, la amabilidad con el otro, una vida feliz Lo importante no es la imagen que mostramos ni lo que los demás opinen, sino la verdad de nuestra vivencia y la honestidad de nuestra relación con el Señor, y ambas se cuecen en la intimidad de lo escondido. La necesidad de reconocimiento, halagos y aplausos, conduce a un descentramiento de lo esencial. Jesús subraya dónde encontrar la verdadera humanidad. La limosna para compartir, el ayuno para descubrir lo importante, y la oración para tratar de amistad con Dios. Es muy frecuente entre los humanos actuar más por apariencias que de corazón. Pero Dios ve las intenciones más profundas y escondidas. Por este motivo, actuar "para ser vistos" nada tiene que ver con la

A la manera de Dios

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"Sed perfectos,    como vuestro Padre celestial es perfecto."   (Mt5,43-48). Oír hablar de perfección nos espanta. Porque somos conscientes de que no llegamos. Pero la perfección no nos la pide Jesús en los resultados, sino en la atención y cariño que ponemos en lo que vivimos. Decir que Dios es perfecto después del diluvio, de las Guerras Mundiales, de las enfermedades, es revelar que a Dios el ser humano le ha salido regular. Llamar a Judas que le traiciona, a Pedro que le niega, no es acertar del todo. Pero si ser perfectos, es intentar amar siempre, entonces si podemos. La comunidad cristiana aprende cada día esta enseñanza novedosa y revolucionaria: abrir las puertas a todos, también a los enemigos. “Amad a vuestros enemigos”   El amor a los enemigos es el precepto más difícil de cumplir: deja más al desnudo nuestra debilidad. El amor a los enemigos es el culmen del mandato de Jesús. Por eso, quien llega a amar a los enemigos sabe realmente lo que significa ser