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Vida

 


“Este es el pan que ha bajado del cielo”
 
(Jn 6,52-59)

 

"Si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros." Es duro este lenguaje se le quejaron a Jesús, y es cierto que hablar de carne, de sangre, de entrega, de dar la vida, es muy duro. Cuando todas las influencias que vivimos son de éxito, facilidad, comodidad, recompensa inmediata. El Evangelio es contracultural. Pero quién descubre la puerta estrecha por la que se entra, se maravilla de la libertad espaciosa que se encuentra en el don del propio ser compartido por amor.

Comer, beber, carne, sangre, vida, pan, son palabras que se repiten en el evangelio de hoy. Jesús se hace alimento para darnos vida. Una Vida que se propone pero no se impone. Una vida que se acoge en libertad. Una vida que se come y se bebe.

"El que come este pan vivirá para siempre" Participar de la Eucaristía no es sólo participar de un rito sino la presencia real de Cristo que nos ofrece su carne como alimento que nos fortalece para que nuestra vida sea testimonio de su ser y estar en medio del mundo. 'Vida eterna', 'para siempre'… Son palabras que dicen los enamorados Los que quieren perpetuar el amor que llevan de la mano


"El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él."
Sólo aquel que se ha acercado a comerlo, sabe que ya no puede vivir sin Él. Tu vida cambia, si te dejas alimentar por Él, fraterna y subversiva Eucaristía.

Hablar de carne y sangre es hablar de historia, de presencia real, de una relación humana, de un cuerpo que sufre, que nace y muere. Nuestra relación con Él no es una relación espiritual, es una relación real, de cercanía, de dejarnos acariciar y tocar por Él.  Un 'pan' que es carne es un 'pan' que abraza en la debilidad, que coge de la mano en la soledad, que comprende y perdona nuestras pequeñas miserias de cada día. 


Cristo vive por el Padre y el que comulga vivirá por Cristo. No hay para el cristiano otra forma de vida sino la del mismo Dios. Vida que se dona, se entrega, se sacrifica, se regala.

El Señor nos deja el regalo de su presencia permanente entre nosotros. Se ha hecho alimento para que lo comamos, para que lo bebamos, y por ese misterio podemos habitar en Jesús y ser habitados por él. Un Dios tan cercano y tan permeable por amor es la causa de nuestra salvación.

Señor, cambia nuestro corazón que sea de carne, que sienta con el que sufre, que sea un corazón limpio para verte en los que sufren, en el prójimo y así nuestros gestos sean caricias y no conflictos, abrazos y no violencia.

Pan y palabra

Hay palabras
sin golpes de azada,
ni sol en la piel,
ni fermento en las entrañas,
ni piedras de molino,
ni fuego de horno,
ni aroma de ternura.
¡Hay palabras que no son pan!

Hay panes
que no tienen sosiego,
ni miran a los ojos,
ni llaman por el nombre,
ni abren el rostro,
ni comparten el alma,
ni saben a infinito.
¡Hay panes que no son palabra!

Yo busco un pan
que sea palabra
en el encuentro.

Yo busco una palabra
que sea pan
en el desierto.


(Benjamín González Buelta, sj)


 

 

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