¿Soy yo, Señor?


“Mientras comían dijo: 
Os aseguro que uno de vosotros 
me va a entregar” 
(Mt 26,14-25).

El plan salvador de Dios de desarrolla conforme a su designio de amor y misericordia. Su Hijo entregará su vida para que todos los que la habían perdido, la recuperen. Con todo, el que lo entrega, pese a ser un desdichado, colabora inconscientemente del plan salvador de Dios.

Intereses. Vivimos en una sociedad en que todo 'vale' monedas, pero poco 'vale' por sí mismo. Es triste. Esto le pasó a Jesús con Judas. Me niego a poner precio a la fidelidad en la amistad, a la relación con otra persona, a la voluntad de hacer el bien... Las cosas, los objetos se compran, las personas se valoran y cuidan.

“¿Qué estáis dispuestos a darme si os lo entrego?”. La pregunta de un “amigo” decepcionado. Un “discípulo” que camina sin destino. Un “compañero” solitario. Pregunta de traición y desprecio. Y respuesta en relaciones interesadas, egoístas y embusteras.

Treinta monedas. Jesús lo había advertido: "No se puede servir a Dios y al dinero". Si se sirve al dinero se acaba traicionado al Evangelio y a los pobres.

«¿Soy yo acaso, Maestro?» Cuantas veces conocedores de que hemos traicionado la fidelidad de Dios en nosotros, que no actuamos bien, todavía ponemos cara de no saber qué pasa. Sólo reconociendo nuestros errores, somos capaces de perdonarnos y de alcanzar el perdón de Dios.

Jesús nos ha mostrado un Dios que está siempre, que nos espera siempre, que nos concede siempre una nueva oportunidad. ¡Esa es nuestra gran suerte!

¿Y qué hubiera sido de cada uno de nosotros, y de todo el cosmos, si Jesús, no hubiera decidido quedarse como nuestro alimento en la Eucaristía?...., Viviríamos sin vivir, ni ahora, ni eternamente.

En estos días santos, acerquémonos al Crucificado. Pongámonos ante Él, despojado, para decirnos la verdad sobre nosotros mismos, quitando lo superfluo. Mirémoslo herido, y pongamos nuestras heridas en las suyas. Dejemos que Jesús regenere en nosotros la esperanza.

¿Soy yo acaso, Señor?

¿Soy yo acaso, Señor?
¿Soy yo quien moja el pan en tu copa
pero no apura el cáliz de tu justicia?
¿Soy yo quien se preocupa de los modos
pero olvida la urgencia del reino?
¿Soy yo quien te entrega
por treinta monedas de plata,
por treinta razones injustas
por treinta sacos cargados de excusas?

¿O soy en cambio quien recuesta el pecho en tu hombro
para sentir el calor del amigo?
¿Soy quien promete no negarte
desde un amor quizás débil,
pero amor al fin y al cabo?
¿Soy quien te unge los pies con lágrimas
y se conmueve con tu ternura?
¿Soy quien te sigue por los caminos,
tú delante, yo aprendiendo?
¿Soy yo acaso, Maestro?

(José María R. Olaizola sj)


 

 

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