Creer

 


"El que Dios envió habla las palabras de Dios"
(Jn 3,31-36).  

Un mundo que afirma que Dios no existe porque no habla, porque no hay pruebas, porque no se puede demostrar... Es un mundo que no sabe escuchar... Para y escucha...

Jesús es  la revelación definitiva, de Dios para la humanidad. "El que acepta su testimonio certifica que Dios es veraz" Jesús muestra un Dios cercano, tan cercano que le llamamos Padre, que es para todos, que no es lejano a la condición humana haciéndose uno de nosotros en Él. Es un Dios que llama 'bienaventurados' a los que nadie acepta, a los que están en los márgenes, a los desheredados de la tierra, los que lloran... para Él  son los primeros, los que nos precederán en el Reino de los cielos. 

Creer en el Hijo es poseer la vida eterna. No como conquista sino como don lleno de gratitud, que se entrega sin medida. Acogerlo es vivir la libertad de quien se sabe amado sin condiciones y se abandona a una vida plena, radical y feliz. Es necesario pedir más fe.

La fe en el Hijo de Dios es la llave que abre la puerta de acceso a la vida eterna. El problema es que hoy comúnmente llamamos fe a lo que no lo es. Resulta necesario purificar este concepto de la "fe", que obedece más a una experiencia vital de relación personal que a una idea.

"El que cree en el Hijo posee la vida eterna; el que no crea al Hijo no verá la vida." La vida es vida si está llena de amor. Sin amor la vida se vuelve infierno. Dios es la fuente del amor y todo el que ama ha conocido a Dios y conoce a Dios. Y ese manantial que salta hasta la Vida Eterna es inagotable. El amor no pasa nunca, nos dice Pablo. La fe nos introduce en una manera nueva de iluminar la realidad con una luz que viene de parte de Dios.

«El que no crea al Hijo no verá la vida» Vivir la vida al margen del que da razón de la misma nos lleva a vivir en la soledad del egoísta que sólo tiene ojos para él y olvida al hermano en sus necesidades. La ira de Dios cae sobre aquel que no sabe vivir en relación con los demás

Oración de amor
Señor:
Qué hermoso es tener un corazón
con capacidad para amar y perdonar,
para ayudar y comprender, para creer y confiar.

Pero que difícil me resulta practicarlo,
hacerlo vida en mis actos de cada día.
Mis fuerzas son muy limitadas y son más
las horas bajas que las buenas.

Tú siempre estás ahí, esperándome,
creyendo en mí, confiando en mí.
Que una caída de hoy sea un peldaño
que me acerque más a ti y a mis hermanos;
que cada día tenga el coraje de volver
a empezar en el camino del amor.

Dame la valentía de saber unir mi mano
a otros hombres, mis hermanos, para hacer
crecer entre todos el arco iris del amor
y de la amistad.

Que al cerrar cada noche pueda refugiarme en
tu regazo de Padre comprensivo y amoroso.

Amén. 


 

 

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