Απόστολος

 



«𝑵𝒐 𝒕𝒆𝒎𝒂́𝒊𝒔: 𝒊𝒅 𝒂 𝒄𝒐𝒎𝒖𝒏𝒊𝒄𝒂𝒓  
𝒂 𝒎𝒊𝒔 𝒉𝒆𝒓𝒎𝒂𝒏𝒐𝒔 𝒒𝒖𝒆 𝒗𝒂𝒚𝒂𝒏 𝒂 𝑮𝒂𝒍𝒊𝒍𝒆𝒂
𝒂𝒍𝒍𝒊́ 𝒎𝒆 𝒗𝒆𝒓𝒂́𝒏»  
 (Mt 28, 8-15)

¡Ha resucitado! Jesús está vivo, dejemos de buscarlo entre los recuerdos o entre los muertos del pasado, está vivo, está aquí, y lo podemos encontrar. ¡Celebramos esta noticia después de cuarenta días en el desierto y ahora durante cincuenta días la repetiremos y la celebraremos!

El evangelio nos hace revivir el encuentro de las mujeres con Jesús resucitado en la mañana de Pascua. Jesús las encuentra mientras van a anunciarlo. Esto es hermoso: cuando anunciamos al Señor, el Señor viene a nosotros.

Jesús resucitado viene a nuestro encuentro, a llenarnos de alegría y nos pide que seamos transmisores de esta maravillosa verdad: llevar su vida divina!, su presencia a todos aquellos que le buscan sin saberlo.


"De pronto, Jesús salió al encuentro y les dijo: «Alegraos»."
 Comenzamos el tiempo pascual o lo que es lo mismo: aprender a vivir resucitados. Hablamos con frecuencia de cruces y sufrimientos, es hora de hablar de alegría y de sobreabundancia de amor en el corazón. Es tiempo de celebrar y de danzar. De vivir asegurados por el abrazo divino a todo lo que es la humanidad empobrecida. Abundancia de cuidados y de cariños. Abundancia de abrazos que restauran. Abundancia de sepulcros vaciados por la vida eterna.

Las mujeres son las primeras Απόστολος (enviadas) que llevan el mensaje a los discípulos. El miedo no las paraliza. Les invita a afrontar los retos. La alegría no se contiene. Van a toda prisa. No son creídas por ser mujeres. Elegidas como testigos de la Resurrección.

«Alegraos» En una sola palabra se resume toda la Pascua. El testimonio que demos debe es mostrar el auténtico rostro del Padre, sólo cabe llevar la alegría al mundo, un gozo que nace del corazón y la confianza que nos quita el miedo a comunicar a los hermanos que él nos espera.

¡Cómo no alegrarnos por el triunfo del Señor, causa de nuestra vida! ¡Cómo no alegrarnos por su resurrección pues con ella cambió radicalmente nuestra suerte! Algún día entenderemos cuánto le debemos a Jesús por su entrega y su resurrección. Ese día su amor será nuestro futuro.


Vivir como resucitados es vivir con alegría, nos sentimos queridos, salvados y vivos como Él vive. Él nos pide: «no tengáis miedo». Necesitamos que nada nos paralice a la hora de dar testimonio.

Seamos testigos de la resurrección viviendo como resucitados. Vivamos con alegría y sin miedo a ser de los suyos, esta es la manera de ser verdaderos testigos.

Que Jesús resucitado nos traiga la paz.
Que dé un respiro a nuestra alma cansada.
Que alivie el dolor de un mundo herido.
Que ponga una luz nueva en nuestra mirada.
Que fortalezca nuestros corazones.
Que nos llene de un impulso gozoso 
para ser testigos de su inmenso amor.
Que Dios nos conceda la alegría de anunciar el Evangelio, 
el valor y la fuerza de no callar 
y la perseverancia en la contrariedad».
 

 
 

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