“Me amó y se entregó por mí”

 


«Lo que yo he hecho con vosotros, 
vosotros también lo hagáis»  
(Jn 13, 1-15).

Hoy Jueves Santo. Día del Amor Fraterno. El amor no son palabras. Son obras y servicio, un servicio humilde y en lo escondido... como el de Jesús que sella su amor lavando los pies y dándose como pan y vino para alimentarnos en nuestras luchas diarias.

Jueves Santo, día del Amor fraterno, día en el que debemos recordar que por nuestro bautismo todos somos sacerdotes, llevamos a Cristo en nuestra vida y el amor sin medida que nos ha dado lo debemos dar a los demás.

"Sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre." Pasar de este mundo al Padre, eso es entrar en la fe. Este mundo y lo propio de él es vivir atrapados por la fuerza de la gravedad. Todo apunta al yo, al centramiento en uno mismo. A la búsqueda de seguridad, de comodidad, de triunfos y honores. Ir hacia el Padre es estar en casa. Un corazón donde caben todos. Desplegando las alas que Dios nos ha regalado. Es vivir sin miedo para siempre.

Hoy contemplamos lo sublime del amor llevado al extremo en anticipación de la muerte en la cruz en la que el Pastor se convierte en Cordero inmolado, el Sembrador en grano de trigo que cae en tierra y muere para dar fruto, el Señor en un siervo que lava los pies de sus discípulos.

El Señor siempre ama a los suyos hasta el extremo. Ese amor es el que toca el corazón, atrae poderosamente hacia sí, fascina y sobrecoge. Ese amor siempre es Buena Noticia, y es luz y es vida. Sólo quien experimenta ese amor puede entender algo de la vida de Jesús, el Salvador.

Sigamos su ejemplo. Llamados a servir, llamados a amar.

El modelo que pone Jesús, no lo hace con bonitas palabras, sino con gestos profundos y eternos. Cambia el manto por una toalla. Convierte el poder en servicio, y sirve como un esclavo: lavando los pies. Es el ejemplo para que nosotros también lo hagamos.

La vida según el Evangelio es inclinarse hacia los hermanos, empezando por los más débiles. Es el camino más humano que podemos recorrer. Es el camino del amor que se da.

Nuestra misión en este mundo es servir, ayudar al otro desde el más pequeño gesto, con amor. ¿Estás dispuesto a esa entrega generosa y desinteresada?

En la Mesa del Jueves Santo tenemos un sitio reservado para acoger los variados matices de la entrega de Jesús que nos llegan por el amor fraterno, la Eucaristía y la donación sacerdotal. Ojalá resuene en nosotros la experiencia de Pablo y la hagamos nuestra: “me amó y se entregó por mí” (Gal 2,20).


Jesús, es el Pan de Vida que palpita gracia y luz, y así llega a nosotros misteriosamente, casi imperceptiblemente la gracia, la luz y la paz.

 

Humíllate conmigo

Tú, Jesús humilde,
nunca me has dicho:
humíllate ante mí,
dobla la cabeza,
el corazón, la vida,
y esparce sobre tu rostro
luto y ceniza.

Tú me propones:
levanta la mirada,
y acoge la dignidad de hijo
en toda tu estatura.

Humíllate conmigo
y vive en plenitud.
Bajemos juntos
a la hondura sin sol
de todos los abismos,
para transformar
los fantasmas en presencia
y los espantos en apuesta.

Únete a mi descenso
en el vértigo y el gozo
de perdernos juntos
en el porvenir de todos
sin ser un orgulloso inversor
de éxitos seguros.


(Benjamín G. Buelta sj)


 

 

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