Enséñanos
Jesús nos muestra también nuestra ruta a seguir. Nos habla de nuestro común origen: venimos de Dios. Y nos señala el futuro: volver a Dios. Pues el presente puede ser disfrutar de estar acompañados por esa presencia vivificadora que es el Espíritu de Dios. Nada nos separa del amor de Dios, ojalá tengamos la mente y el corazón despiertos y atentos para reconocerlo y saborearlo.
Jesús es del Padre, sale del Padre y vuelve a Él. Es Dios, su propuesta no es una propuesta más de nuestro mundo. Él y el Padre son uno. Acudir a Él es acudir a Dios, pedirle a Él es pedirle a Dios. Es intercesor y es cercano, es Dios con nosotros para siempre.
Pedir a Dios no siempre es garantía de conseguirlo. A veces, no sabemos pedir; otras, pedimos lo que no nos conviene. Pedir viéndonos necesitados. Pedir sabiéndonos ignorantes. Pedir, ante todo, hacer la voluntad de Dios. Ahí encontraremos la verdadera alegría.
Pedir al Padre en su nombre, en su ser, y según su
misión, el Padre lo dará. La oración nada tiene que ver con la magia o la
superstición, y todo con la adhesión a la persona de Jesús y a su Evangelio.
Algún día aprenderemos a orar de corazón confiando plenamente en el Señor.
En el Nombre de Jesús, invoquemos la realización de su Divina Voluntad, y nos sorprenderemos. Dios sabe ordenar y reordenar las cosas para nuestro bien.
para que podamos saborear el amor del Padre;
enséñanos a pedir por todos y para todos,
no sólo por nuestras pequeñas preocupaciones;
enséñanos a pedir sobre todo el don del Espíritu,
el don de conocer y cumplir siempre tu voluntad”
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