De la tristeza a la alegría
Os conviene que yo me vaya, les dice Jesús a sus discípulos. Tal vez, en circunstancias muy distintas, también nos conviene a nosotros sentir las consecuencias de dar la espalda al Señor. En esta radical pobreza se hace más notorio el envío del Defensor, el Espíritu de la verdad.
«Si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito» Duele la separación de quién queremos, pero debemos construir la vida con la libertad de hacer realidad aquello que deseamos, con los pilares y valores que se nos han enseñado. Para ello necesitamos el Espíritu que nos fortalece.
Jesús nos hace una promesa: "Estaré con vosotros todos los días de vuestra vida." Cumple su promesa pero de una forma diferente a cómo la pensamos. Nos gustaría una presencia evidente que no dejara espacio a la duda. Palpable, audible, sensible. Pero su Espíritu está, es reconocible cuando le conocemos. Siempre asustan los cambios y nos entristecen los cambios. Pero si confiamos, la tristeza se torna en alegría.
Jesús se va pero no nos deja solos. Nos envía su Espíritu. Hará que la pérdida se transforme en esperanza. La tristeza en alegría. Vivir sabiéndonos liberados del pecado por la gracia. De la injusticia por la misericordia. De la condena por la fe.
Jesús, a veces me siento solo, se alejan las personas que más quiero. Necesito sentir, o al menos saber, que me acompañas, con la confianza de que Tú nunca defraudas al que confía en Ti y procura seguir tus caminos.
Espíritu de amor, hazme consciente de que estás en mi más profundo centro y desde ahí guías mis pasos vacilantes.
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