¡Y sonríe!
El Maestro les conocía bien: sabía que él lo era todo para sus discípulos. Tras el trauma de su pasión y muerte, con la consiguiente dispersión, cuando volviera a ellos encendería de nuevo su alegría. Sólo cuando se ha perdido la esperanza, la alegría desaparece por completo.
El Señor anuncia que la tristeza de los apóstoles se convertirá en alegría de saber que Jesús está con el Padre y, por tanto, siempre con la comunidad en el Espíritu.
El Espíritu actúa, ingresa por las ranuras de nuestra libre docilidad, y sana, ilumina, gira el prisma, para que lo que parece prueba, se transforme en fruto de vida plena.
"Se alegrará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestra alegría" Nuestro encuentro con Él lo cambia todo. El corazón, la vida, la raíz de lo que somos se llenará de alegría. Con Él todo es nuevo, todo tiene luz, todo es proyecto y tiene futuro, todo tiene salida. Nada podrá robarnos la alegría de ser de los suyos, de ser y estar con Él. Es una alegría que nace en el corazón, lugar de encuentro, y se hace presente en el mundo y no es pasajera o efímera, es de la que permanece, de la que nos llena y da plenitud, la que es capaz de cambiar el entorno donde somos y existimos.
La alegría que nos ofrece la fe nace del vivir acompañados de Jesús. Aunque tengamos momentos de distancia, de duda, de tristeza, como María Magdalena junto al sepulcro. Cómo Pedro tras la negación. Nuestras vidas nunca son irreprochables. Pero la alegría no se apoya en nuestra infalibilidad, sino en la mirada compasiva de nuestro Dios.
«Nadie os quitará vuestra alegría» Su presencia llena de gozo el corazón y es una alegría que, a pesar de las dificultades que están presentes, no nos hace hundirnos en la desesperación sino caminar en la esperanza de una realidad que se hace presente a cada paso que damos.
La alegría auténtica no es un sentimiento efímero, sujeto a circunstancias, a relaciones o a conquistas. Es la apuesta de quien sabe que la tristeza es una oportunidad que vivir, un encuentro que tener y una página que pasar. La alegría espera llenar el corazón.
Nosotros muchas veces creemos que se encuentra a Dios más en el sufrimiento que en la alegría, pero la alegría es un signo claro de la presencia de Dios y de su acción en nuestra vida. Claro que Dios está cercano en el sufrimiento del ser humano, pero también inunda nuestros corazones en los momentos de gozo y alegría.
"Nadie os quitará vuestra alegría". Piensa en lo que te quita la alegría... ¿Tiene más peso que lo que Dios te regala: un abrazo, un amanecer, risas entre amigos, un paseo, música, un buen libro...? Deja que Dios pese más en tu vida... ¡Y sonríe!
NADIE OS QUITARÁ VUESTRA ALEGRÍA. Y yo, ¿siento la alegría que nadie nos puede quitar? Hay alegrías cortas y flojas, que cualquier brisa se lleva. Pero hay otras alegrías largas y profundas, la alegría de sentir tu amor, Señor, la alegría de hacer el bien...
Sólo quedas Tú
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