El rostro


«El que cree en mí, 
también él hará las obras que yo hago» 
(Jn 14,6-14)

Celebramos hoy la fiesta de los Santos Felipe y Santiago. La “fiesta de los que muestran el camino del encuentro con Jesús”. La fiesta de “los que quieren ver el rostro de Dios”.

La resistencia a admitir a Jesús como enviado de Dios, como mediador entre la humanidad y el Padre, supone un obstáculo que dificulta la salvación. Sólo cuando abrimos el corazón y lo reconocemos como único camino, como la verdad eterna y como la vida plena comienza la fe en él.

Jesús tal como Él mismo lo dice, es:

  • Camino, ruta, guía a la casa del Padre,
  • Verdad, la del amor misericordioso del Padre, porque su identidad es Misericordia,
  • Y Vida plena, porque ésta vida nuestra es solo un “poco” de tiempo, mientras la que Él da es eterna, porque nos adentra en el tiempo de Dios.

Él es nuestra gloria, Él es el lote de nuestra heredad. Solo basta con creer en Él y todo lo que le pidamos nos lo concederá.

Jesús es el camino que nos conduce a la felicidad. Buscar otras rutas es terminar perdidos. Jesús es la verdad. Una certeza que no necesita pruebas sino fe. Que no se mide por porcentajes sino por abandono. Jesús es la vida. La que llena y no se acaba.


"¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me conoces Felipe?"
¿De qué tienes miedo? ¿De qué tienes dudas? Si sabes que Él camina a tu lado... agárrate bien de su mano. Cada día debemos buscar con más profundidad el rostro de Dios a través de Jesús, y con él, a reconocer la parte de Dios que está presente en cada ser humano.

 Porque sabe que nos cuesta creer en Él, nos pide "creed a las obras".  No pueden ser nuestras obras diferentes a las suyas. Él se compromete con los sufren, no miremos para otro lado. Él se sienta en la mesa con los pecadores, no los dejemos fuera. Él toca a los que nadie toca, no tengamos miedo de ensuciarnos las manos con el que sufre, con el pobre. 


«El que cree en mí, también él hará las obras que yo hago»
Ser fieles al Hijo no es sumisión sin vida, es compartir la filiación al Padre y llevarnos a hacer de nuestra vida un testimonio diario de la presencia de Dios en medio de nosotros que se muestra en las obras que hacemos.  El verdadero amor quiere hacer crecer al amado, no retenerlo, poseerlo, o empequeñecerlo. Jesús a sus discípulos los promociona y les da su mismo poder de cuidar, de sanar, de salvar. Lo hace Dios pero a través de nuestra humanidad. Por eso cuando las personas religiosas se viven miedosas, apocadas, reprimidas, no revelan el verdadero rostro de Dios que viene a liberar, no a encadenar.

Cosas nuestras
Mis huellas, tu horizonte
mis pasos, tu presencia
mi quietud, tu llamada
mi cuidado, tu entrega
mi canto, tu evangelio
mi orgullo, tu paciencia
mi temor, tu alianza
mi huida, tu insistencia
mi trinchera, tu cruz
mis dudas, tu certeza
mi frío, tu pasión
mi grito, tu respuesta
mis ansias, tu banquete
mi temblor, tu firmeza
mi soledad, tu gente
mi flaqueza, tu fuerza.
 
Tu camino,
tu verdad
y tu vida.
Nuestro amor,
nuestra fiesta.
 
(José María R. Olaizola, SJ)
 

 
 

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