Comunión en el amor
La oración sacerdotal de Jesús subraya, de forma muy especial, su deseo de unidad para sus discípulos. No se trata de una unidad estratégica ni coyuntural. Es una realidad más profunda, que vincula a los discípulos con él y él con el Padre y el Espíritu Santo: unidad indisoluble. La unidad no es de pensamiento sino de vida. Tenemos un mismo sentir: hijos de Dios, amigos de Jesús, templos del Espíritu Santo.
Jesús ora al Padre pidiendo unidad. Unidad no es uniformidad. La unidad es encuentro por encima de diferencias. Enriquecimiento en la diversidad. Pluralidad en la fe. Comunión en el amor. Ser uno en la Unidad que acoge, respeta y acepta la belleza de la variedad.
"No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo" No somos de aquí, somos ciudadanos del cielo Pero amamos lo bueno que tiene el mundo Porque Dios lo creó bueno Si no ¿Cómo lo redimiremos? Si queremos que compartan nuestro afán por Cristo, compartamos los suyos
«Como tú me enviaste al mundo, así yo los envío también al mundo» Y ahora sabemos que no podemos quedarnos mirando al cielo. Tenemos una misión que es la de anunciar la Buena Nueva, con nuestra vida, con el testimonio de cada día, tal y como Él nos enseñó.
"Santifícalos en la verdad". Así de especiales somos para Él, que quiere que seamos ejemplo y luz para los demás. ¿Te has parado a pensar lo importante que puede ser tu vida y testimonio para los demás?
Estoy aquí, delante de
ti, Señor, para adorarte.
Tú haces brotar agua fresca hasta de
las rocas.
Tú transformas la tierra árida en torrentes de agua.
Tú haces descender la lluvia como una bendición
y la naturaleza florece.
Aquí estoy para pedirte, Señor:
envíame tu Espíritu, que él me enseñe a amar,
a abrir las manos y el corazón a los otros,
a servir con alegría, a sentirme realizado
cuando vea y haga felices a los otros.
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