Testigos

 


«𝑬𝒍 𝑬𝒔𝒑𝒊́𝒓𝒊𝒕𝒖 𝒅𝒆 𝒍𝒂 𝒗𝒆𝒓𝒅𝒂𝒅, 𝒒𝒖𝒆 𝒑𝒓𝒐𝒄𝒆𝒅𝒆 𝒅𝒆𝒍 𝑷𝒂𝒅𝒓𝒆,
 𝒆́𝒍 𝒅𝒂𝒓𝒂́ 𝒕𝒆𝒔𝒕𝒊𝒎𝒐𝒏𝒊𝒐 𝒅𝒆 𝒎𝒊́» 
(Juan 15, 26-16, 4a)

El Espíritu de la verdad procede del Padre y da testimonio de Jesús. Es fuerza en nuestra debilidad. Sabiduría en nuestra ignorancia. Consuelo en nuestro abatimiento. Valentía en nuestros miedos. Consejero en nuestras incertidumbres. Palabra en nuestro testimonio.

Sólo en el Espíritu de la verdad podemos encontrar un testimonio riguroso y fiel de Jesús. Hay quien busca agua en pozos secos o anhela encontrarse con el Señor sin bajar la guardia de mil prejuicios. La humildad nos permite acoger a aquel que sale a nuestro encuentro y nos salva

«Llegará incluso una hora cuando el que os dé muerte pensará que da culto a Dios» La necesidad del Espíritu de la verdad nos debe llevar a sentir la fuerza de dar un testimonio pleno que nos ayude tanto a vencer el sufrimiento y la persecución, como a conocer el amor de Dios.


Ser testigos de que Jesús vive, es convencerse y testimoniar, que el camino seguro es el dar la vida, como Jesús la dio, viviendo, como Jesús vivió.

 

Nunca estamos solos

A veces la soledad
es mordiente compañera.
Asalta, inquieta, duele.
Los muros de dentro
no tienen puertas.
Hay gritos ahogados
que nadie escucha.
La furia, la tristeza,
el desencanto, el miedo.
Oleadas de zozobra
golpean contra un silencio
enmascarado en rutinas.
¿No hay nadie ahí?
¿Es nuestra libertad
una condena?
¿Cómo se acarician
las heridas invisibles?

Hasta que una voz
sutil, distinta, nueva,
intenta hacerse oír
sobre el fragor
de la tormenta
que te agita.
Yo siempre estoy contigo.
Siempre. Conmigo.
Entonces intuyes
que es verdad,
y el muro interior
se resquebraja,
mientras renace
la esperanza.


(José María R. Olaizola, sj)


 

 

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