Nuestra vocación es servir
"Uno de vosotros me va a entregar"
(Jn 13,21-33.36-38)
Hoy es Martes Santo…
La liturgia de este día nos anima a recorrer el camino del siervo al imitar a Jesús en su actitud de servicio, a pesar de las caídas, para arrepentirse y pedir perdón, como hizo el apóstol Pedro.
Piensa por un momento: ¿dónde están tus traiciones del día a día? ¿De verdad que eres 100% sincero con todos? ¿También con el Señor?
Una invitación a pedirle al Señor la gracia de perseverar en el servicio… no pasar de largo ante los hermanos en dificultad.
Pensemos hoy en Jesús, el siervo, fiel en el servicio.
Su vocación es servir hasta la muerte, y la muerte en la Cruz.
Pensemos en cada uno de nosotros... parte del pueblo de Dios: somos servidores, nuestra vocación es servir, no aprovechar nuestro lugar en la vida…servir.
Siempre en servicio.
"No basta con estar físicamente junto a Jesús, lo que cuenta es la cercanía del corazón... sin la adhesión del corazón a su Palabra, sin la práctica concreta del amor por los más pobres, sin la comunión con los hermanos, nuestro corazón se alejará" Vincenzo Paglia
El Evangelio nos muestra una cena de Jesús con sus amigos. Hay confidencias, susurros, cercanía, verdades... En la mesa se comparte la vida. ¿Te atreves a tener confidencias con Jesús? ¿Sientes sus preguntas y sus propuestas? ¿Te sientes amado por Él?
Entra en la intimidad con Jesús y, como el discípulo amado, apóyate en su pecho y conoce bien sus sentimientos. Deja que él te vaya desvelando poco a poco a sus deseos. Jesús desea compartir contigo su misterio de amor.
El amor de Jesús hacia la humanidad no excluye a nadie, en una misma mesa sienta al que lo ama, al que lo traiciona y al que lo niega, siendo, el mismo, alimento para cada uno.
Es el pecado el que nos alejan de su amistad, el que no hace abandonar la luz que es él mismo, el que nos hace buscar la oscuridad y el frío de la noche para escondernos.
No son nuestras fuerzas y voluntad lo que nos hace permanecer fieles a su amor. Sólo con su gracia, con su Espíritu, podremos ser testigos valientes que sepan dar razón de la esperanza.
Dame tu gracia, Señor, para que nunca me avergüence de ti, que, ante los otros, mi mayor honra sea ser uno de los tuyos.
Perdona mis ambigüedades y, si alguna vez te traicionó, no permitas que me aleje se ti, regálame la humildad necesaria para acoger tu perdón y tu amor incondicional.
Jesús, Tú me conoces bien. Sabes quién soy, sabes que sin Ti soy pobre y débil, pero contigo lo puedo todo. Te pido que nunca te alejes de mí y no permitas que yo me aparte de Ti. Te necesito, Dios mío, porque sin tu amor mi vida carece de todo sentido.
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