Nos hace hijos de Dios.

 


"El primero entre vosotros será vuestro servidor"(Mt 23,1-12)  

A Jesús le conmueve el arrepentimiento del pecador y le disgusta cuando el hombre se engríe y ostenta vanidosamente lo que no es
Le disgustan los soberbios, los cínicos y los orgullosos.
En el canto del Magníficat se nos ofrece la quintaesencia del Evangelio.

Lo que nos da autoridad o nos la quita no es cuánto sabemos, lo reconocidos que somos o si ocupamos o no lugares importantes. Para Jesús, lo que da densidad a una vida no es la verdad de nuestras palabras, sino cómo de coherentes son estas con nuestra existencia. Hoy se nos invita a servir y a andar en humildad, que no es otra cosa que conocer nuestra verdad más profunda y amarla tal y como lo hace Dios. Se trata, en realidad, de mirar a Jesús, que vivió desviviéndose y sin importarle las glorias de este mundo.

El evangelio nos enseña a ser hermanos que solo rivalizan por el amor y por el servicio, no por los primeros puestos ni por el dominio sobre el otro



Jesús quiere que entre los suyos el primero sea el servidor de todos. Como él mismo, que no vino a ser servido sino a servir y dar la vida por los demás

Jesús quiso dejar claro que todos los hombres tenemos la misma dignidad y que debemos tratar a todos con respeto y amor.

Todo ministerio implica un servicio, le va en el nombre, por eso cuanto más arriba te encuentres más en cuenta tienes que tener a los demás para que tu ministerio sea servicio.

No te lo creas, y si acaso lo haces, el tiempo dirá quién es grande y quién es pequeño.

Lo que la sal es para todo alimento la humildad lo es para cualquier virtud. Si la poseemos, nos hace hijos de Dios y nos lleva a Dios. (San Isaac el Sirio)

La humildad es el camino para ser plenamente felices. La hipocresía y el postureo sólo nos proporcionarán una vida vacía y sin sentido. Muy chula a los ojos de los demás, pero vacía.


Tú, Jesús humilde,
nunca me has dicho:
Humíllate ante mí,
dobla la cabeza,
el corazón, la vida,
y esparce sobre tu rostro
luto y ceniza.

Tú me propones:
Levanta la mirada,
y acoge la dignidad de hijo
en toda tu estatura.
Humíllate conmigo
y vive en plenitud.

Bajemos juntos
a la hondura sin sol
de todos los abismos,
para transformar
los fantasmas en presencia
y los espantos en apuesta.

Únete a mi descenso
en el vértigo y el gozo
de perdernos juntos
en el porvenir de todos
sin ser un orgulloso inversor
de éxitos seguros.

Benjamín González Buelta, sj




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