La "Piedra Angular"
"Dios anhela acercarse y llegar hasta nosotros para estar a nuestro lado y mostrarnos cómo saborear la existencia con toda intensidad"
La humildad, la espera, el saberse siervos y no señores, el cuidar la viña como Él la cuidó, la disposición para entregar el fruto y ponernos a su servicio cada día es la manera de vencer la tentación de olvidar al Señor de la viña.
Ser cristiano no es esencialmente la aceptación de una doctrina, sino de una persona, Jesús, en la totalidad de su mensaje y de su vida, con sus criterios y su modo de ser
¿Cuántas piedras desechadas por los "arquitectos" del mundo se han
convertido después, por obra de Dios, en piedra angular?
Dios nos ama tanto que llegó a enviarnos a su Hijo para salvarnos del pecado.
Aun sabiendo que lo iban a matar.
¿Eres consciente de la gran entrega que eso supone?
Aunque muchos lo ignoren, nuestra existencia toma sentido
pleno en Jesucristo.
Ya es tiempo, de que volvamos a colocar a la Piedra Angular en el centro de
nuestra historia personal y mundial.
Cuaresma es tiempo de volver con fuerza a Cristo!
Cristo es la piedra angular de la historia. Y el reino de los cielos que Cristo
ha conquistado con su muerte por amor a nosotros se entregará sólo a esos que
han sabido dar los frutos de la viña al propietario. Cristo por tanto debe ser
la piedra angular de nuestra vida.
El labrador del cielo plantó la Iglesia como viña selecta. Los frutos —el buen
vino— no lo cosechan los éxitos individuales al margen de la viña, sino quienes
trabajan unidos dentro de ella
La verdadera conversión supone un cambio tan profundo del corazón que nos hace
contemplar la realidad no desde nuestro punto de vista, sino desde el punto de
vista de Dios. Pidamos hoy la conversión del corazón, es el Señor quien la
realiza.
¡Será un milagro patente!
“Gracias Señor, por el regalo de la vida, del mundo”
“Enséñanos a ser buenos administradores”
“Señor, que sepamos acoger a tus profetas”
“Haznos mensajeros de la verdad, de tu amor”
Padre mío, me abandono a ti.
Haz de mí lo que quieras.
Lo que hagas de mí te lo agradezco.
Estoy dispuesto a todo.
Lo acepto todo.
Si así se cumple tu voluntad en mí y en todas tus criaturas.
No deseo nada más Padre mío.
Pongo mi vida en tus manos,
te la entrego con todo el amor de mi corazón,
porque te amo.
Y porque para mí amarte es darme,
ponerme en tus manos, sin medida,
con infinita confianza,
porque tú eres mi Padre.
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