El dedo de Dios



 El que no está conmigo está contra mí” 
(Lc 11,14-23)  
 
Para ver los milagros de Dios hay que tener un corazón dispuesto. 
¡Solo el bien salvará al mundo!
 
Tocar una dura y fría piedra no es lo mismo que tocar el tierno y suave corazón que Dios puso en el hombre.
Señor, ¡haz mi corazón como el tuyo!

Jesús vino a combatir las fuerzas del mal y a devolver al hombre su dignidad.
Pero algunos no lo entendieron y recurrieron a acusarlo y calumniarlo...
 
"No hay duda de que la vida es una lucha entre el bien y el mal, una lucha que comienza en el corazón de cada uno. Y Jesús ha venido para habitar entre nosotros como quien es más fuerte que el mal". (Vincenzo Paglia)

La fuerza del bien es infinitamente mayor que la fuerza del mal; por más ruido que haga, tiene los días contados.
El señorío de Cristo prevalecerá.
Cuaresma es tiempo de derrotar el mal, a fuerza de bien.
 
Existen miles de males que nos alejan de la verdadera felicidad. 
¡Prueba a expulsarlos, y deja que Jesús actúe!
Acéptalo sin condiciones.
¡Ábrele las puertas de tu corazón!
 
Señor: Tú llegas a nuestro mundo y nos invitas a abrir la puerta de nuestro corazón a todas las personas.
Ya nos dijiste que eres Tú quien viene cuando alguien llama a nuestra puerta.
Tu palabra es ésta: “He aquí que estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, Yo entrará y cenaré con él y él conmigo”.
Señor: que sepamos escuchar tu voz, esa voz que nos llega por nuestros hermanos.
Que abramos la puerta para acogerte a Ti, y en Ti a todas las personas.

El dedo de Dios es el que crea e indica la dirección del Reino.
Podemos dejarnos recrear por él.
Liberar de dudas y miedos.
Fortalecernos en la debilidad.
No estando con él estamos contra él, y contra nosotros mismos, desparramando.
Perdiendo el tiempo y la vida.

Dios nos llama a la unidad.
La división, el enfrentamiento, nos alejan del camino que lleva a la vida plena.
La verdad nos hace libres; está sembrada y escondida en lo profundo de nuestro ser.
La mentira, el engaño nos aliena y envilece.
Discierne entre lo que es y no es de Dios.


No caben medias tintas con el Señor.
No valen tibiezas en quien opta por seguirle.
Con Dios todo es pleno, infinito, absoluto.

Señor, sabemos que el poder del enemigo a veces encierra a los hombres dentro de sí mismos y los incapacita para la comunicación y el encuentro contigo.
Que nosotros sepamos escucharte y nos dejemos guiar por tu Espíritu.






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