Anda

«Levántate, toma tu camilla y echa a andar» 

(Jn 5, 1-16)

‘¿Quieres curarte?’ « ¿Quieres quedar sano?» Esa es la pregunta que cada día nos hace Jesús. ¿Quieres vivir en abundancia? O nos conformamos con nuestras existencias que se adaptan, subsisten, amoldan a unos ritmos y horarios donde no se nos permite vibrar. Y no podemos poner excusas de que los demás no nos ayudan. Porque Jesús si lo hace.

 Así permanecemos nosotros tantas veces: solos, vacíos, paralizados; como el personaje del Evangelio no percibimos que nadie nos auxilie, nos acompañe y nos llene. Sin embargo ¡AHÍ ESTÁ CRISTO! Testigo de la indefensión y deseante de DARNOS ¡VIDA Y MOVIMIENTO!


“Levántate, toma tu camilla y anda”.
Comienzo de una vida nueva. Cuando Dios da el agua viva, el viejo mundo desaparece. Es la vida nueva de los bautizados...

Jesús es la fuente de la que mana el agua viva que nos salva. El amor que fluye y se derrama para regar los corazones sedientos de los pobres, los marginados, los excluidos. La misericordia que nos devuelve la inocencia. Seamos caños de esa fuente que a todos sacia de vida nueva.

Levántate de la comodidad, del "siempre se ha hecho" así, de la inercia de lo fácil. Coge la camilla de tu historia, de tus frustraciones, de tus luchas y tus pérdidas. Echa andar hacia un destino que desconoces, pero en el que crees, esperas y sueñas.

La insolidaridad y el egoísmo, nos vuelven paralíticos. Paralizados por la vida. Paralizados ante la vida. Agarra la mano tendida de Cristo, que te impulsa a andar hacia el futuro. Él es nuestra fortaleza ante el desánimo. Él quiere ser nuestra fortaleza, nuestra seguridad. A su lado todo lo podemos. Debemos confiar ciegamente en Él, pues Él es el amigo fiel que nunca nos abandona.

¡Qué alegría debemos sentir al sabernos amados por Dios! Para Dios somos muy importantes. Con Él a nuestro lado, todo lo podemos. Jesús es nuestra fortaleza.


Señor, danos tu mano
y renueva tu invitación.
Sumergirnos en el agua viva de tu amor,
que no me paralice la vieja desconfianza,
que no me ate el pecado sin esperanza,
que no me hunda en el hombre viejo que no cambia.
Sé que me das tu gracia,
sé que ella me levanta,
sé que sin ella no camino.
Dame la constancia y la perseverancia
de recordar como tu pascua
han hecho nueva mi historia.



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