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¡Quiero!

 

 

«Señor, si quieres, puedes limpiarme». «Quiero, 
queda limpio». 
(Lc 5,12-16).

Dios no quiere ni el sufrimiento ni el dolor. Vivir no es para ir superando pruebas o transitar por un valle de lágrimas. La enfermedad, la muerte, el dolor forman parte del paisaje que nos constituye. Como lo forma la caricia, el abrazo o el beso. El leproso del Evangelio no se resigna a vivir aislado, rechazado, experimentando su maldición. El mismo Jesús se acerca y le sana. Termina Jesús en oración agradeciendo su paso sanador y purificador.

La lepra es una enfermedad de exclusión. El hombre lleno de lepra se presenta a Jesús. Cae sobre su rostro. Jesús lo mira y lo toca. Lo quiere limpio. Lo envía para ser acogido de nuevo en la comunidad. Jesús acoge, cura y se retira a orar. Tres acciones a imitar.


“Si quieres, puedes curarme”.

Y yo sé que Tú, siempre quieres.
¡Gracias, Señor!

Su quiero es un quiero de voluntad, 'hágase', pero también es un quiero de amor, de mirada amorosa, de cariño transformado en gesto que cuida y cura. Jesús quiere que se quede atrás el sufrimiento y la marginación, que desaparezca todo lo que hace daño al prójimo. Jesús quiere profundamente a toda persona, a todo aquel que se acerca, al que acude a Él para ser curado, transformado, amado.

 

“Acudía mucha gente a oírle y a que los curara de sus de sus enfermedades” Puede que, aparentemente, nadie quiera hoy escuchar al Señor y dejarse curar por él. No es verdad. En lo profundo del corazón una muchedumbre sigue buscándole, sigue muy interesada en él aunque se muestre indiferente y hasta contraria a la persona y al evangelio de Jesús.

 

Si quieres, puedes limpiarme

Señor, si quieres, puedes limpiarme
de mis lepras y enfermedades,
de mi egoísmo, conformismo y pereza,
de maldades, orgullos y soberbias,
de mi anunciar sin actuar,
de mi actuar sin amar,
Señor, si quieres, puedes limpiarme
de la lepra de mis juicios y condenas,
de negar mi mano y bolsillo a quien lo necesita,
de mis mentiras, medias verdades,
de acumular rencor y resentimiento dentro.
Señor, si quieres, puedes limpiarme
de mis intermitencias e inconstancias en la oración,
de tantos gastos superfluos y liturgias vacías,
de las divisiones y discordias que provoco,
de rechazar y excluir a otros.
Señor, si quieres, puedes limpiarme
.


(Fermín Negre)


 

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