Agradecer y ayudar

 

«¿Qué está permitido en sábado?, 
¿hacer lo bueno o lo malo?, 
¿salvarle la vida a un hombre o dejarlo morir?».
(Mc 3,1-6).

Un hombre con la mano derecha paralizada, no puede desenvolverse. Está limitado, impedido. Las normas no pueden impedir su curación. La persona es lo más importante. Cuando esto no es así, es porque el corazón está enfurecido. Los afectos distorsionados.


«¿Qué está permitido en sábado?»
Cuando nos olvidamos de la persona, dejamos de ser conscientes que el mensaje que debemos enseñar no está dirigido a las piedras, sino a los corazones para que cambien. Es necesario que nos demos cuenta que lo más importante es hacer el bien. Cada día se nos invita a construir toda nuestra vida. Se nos pregunta diariamente qué y cómo queremos vivir. Pone Dios delante de nosotros la bendición o la queja. El amor compasivo o la soberbia. La mirada que acoge o la indiferencia que enfría. Hay siempre una cuota de decisión personal y de discernimiento en la vivencia de lo que acontece. O visibilizamos el Reino y lo hacemos creíble o la fe seguirá siendo un cúmulo de normas y leyes que no salvan.


«Extiende tu mano»,
dices. Y el orfeón de los amargados entona su salmodia No es lícito, alegan, curar en sábado. No es el momento, no es el lugar, no es el camino. No es la forma, no es el día, tú no eres quién. Pero ¿acaso el amor se encadena a un calendario? ¿Cuándo la misericordia tuvo horario de oficina? ¿Puede la compasión restringirse a días pares?

Jesús atraviesa toda situación hostil para sanar a las gentes. Las palabras y gestos de Jesús perturban el orden que relega al ser humano. Pone en medio al que estaba marginado, ensalzó al que estaba segregado. Si caminas con Jesús descubrirás el camino de la libertad.

Me pregunto: ¿cuáles son mis parálisis?, ¿cómo me ayuda Jesús a vencerlas?



Te duelen, Jesús, nuestras parálisis,

para tratar con humanidad a los que sufren, para acoger a quienes vienen de lejos sin nada, para reconocer el bien que hacen otros,
para ayudar y para pedir ayuda, para luchar contra la injusticia,
para defender la verdad con respeto,
para afrontar trabajos que nos cuestan, para tratar con cariño a determinadas personas, para abrir nuestro corazón a tu amor y tu perdón, para trabajar decididamente por tu Reino. Cura mis parálisis y perdona mis pecados. Dame un corazón de carne, que sepa amar, como Tú y Contigo. Amén.

Para Él los que tienen una necesidad están 'en medio', para curarlos, para cuidarlos, para valorarlos, para darles importancia, para no tener otra preocupación, para cambiarles la vida, para ayudarles, sobre todo para amarlos, para darse y servir. Poner al otro en medio y valorarlo es el primer paso para darse y servir.


“los fariseos se confabularon con los herodianos para acabar con él” Desde el comienzo de su misión profética, el Señor genera incertidumbre y desaprobación. Quieren acabar con él. Los discípulos tuvieron que verse sobrepasados: si el Maestro, enviado de Dios, el tres veces santo, resulta molesto para los escribas y fariseos. Hay que eliminarlo.

Señor, gracias por el regalo de la libertad 
hasta para equivocarnos.
Señor, ¡que nunca me canse de hacer el bien!
Libérame de toda atadura que me tiene esclavo.
Haz de mí un instrumento capaz de liberar a mis hermanos.
Hazme comprender que mi misión se resume 
en vivir tu amor mediante la práctica auténtica 
y generosa de la caridad,
que mi tarea no es otra que la de dar a conocer tu amor.
Dame la fuerza para empeñarme en esta tarea sin distraerme.
Dame, Señor, tu corazón sensible,
para mirar con tu mirada y hacer lo que pueda.
Dame, Señor, tu corazón libre,
para no dejarme vencer por lo que se opone a tu Reino.
 

 

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