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Odres nuevos

 

A vino nuevo, odres nuevo”
  (Mc 2, 18- 22)

El anuncio de Jesús entraña siempre una novedad. Destruye esquemas. No se puede atrapar en normas ni reglas. Viene a derribar muros y crear puentes. Rompe odres porque su vino es alegría, bondad y esperanza. Hay que beberlo y no guardarlo. Anunciarlo con la vida.


«Los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos ayunan. ¿Por qué los tuyos no?».
Tenemos una tendencia muy grande a homogeneizar toda la realidad. Queremos que todo sea igual. Nos da miedo lo diferente, lo discordante, lo original. Que algo o alguien se salga de lo esperable, de lo comprensible, enseguida activa la sospecha. Jesús no encajaba en ningún molde, por eso era incómodo y por eso lo condenaron a muerte. Seguir a Jesús es estar dispuesto a acoger la permanente novedad que suscita el Espíritu. Vino nuevo en odres nuevos

Jesús es la novedad, la celebración de la vida, la posibilidad de gozar por su acción liberadora que renueva toda nuestra existencia. Con Jesús tenemos la posibilidad de desechar todo aquello que ya no sirve y abrazar esta nueva vida, la cual es una invitación a vivir en una acción de gracias permanente.


Del encuentro con Jesús brota el gozo por la vida y la belleza de los pequeños detalles.

Estreno el día junto a ti, Jesús, con la paz y la solidaridad en las manos y en el corazón, una bendición.

La Buena Noticia de Jesús entraña una radical novedad. No sirven para aceptarla y vivirla modos y actitudes antiguas. Es necesario un corazón nuevo, un espíritu nuevo, una mentalidad nueva, una persona nueva. De lo contrario, se pondrá de manifiesto un desajuste insalvable.


«A vino nuevo, odres nuevos»
Cada tiempo trae su afán, no podemos vivir siempre en el pasado vivamos el presente con un mensaje, no el de siempre, sino eterno que nos embriaga cada vez que lo bebemos y cae en unos odres que no son iguales unos a otros, el vino nuevo en su odre.

La alegría
El que tiene a Dios en su corazón, desborda de alegría.
La tristeza, el abatimiento, conducen a la pereza, al desgano.
Nuestra alegría es el mejor modo de predicar el cristianismo.
Al ver la felicidad en nuestros ojos, tomarán conciencia de su condición de hijos de Dios.
Pero para eso debemos estar convencidos de eso.
Superemos siempre el desaliento… nada de esto tiene sentido si hemos comprendido la ternura del amor de Dios.
La alegría del Señor es nuestra fuerza.
Todos nosotros, si tenemos a Jesús dentro debemos llevar la alegría como novedad al mundo.
La alegría es oración, la señal de nuestra generosidad,
de nuestro desprendimiento y de nuestra unión interior con Dios. 
Teresa de Calcuta


 


 

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