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Nuestra barca

 

«Animo, soy yo, no tengáis miedo».
 
(Mc 6,45-52).

Cuando hay que remar con viento contrario, cuando la tempestad arrecia y todo parece estar perdido, cuando se acerca el Señor caminando sobre las aguas, uno puede sentir dudas, incluso miedo de estar abandonado. Pero él susurra  al corazón "no tengas miedo", y vuelve la paz.

«Ánimo, soy yo, no tengáis miedo» Ante la adversidad nos encerramos en nosotros mismos, no queremos que nada ni nadie nos haga más daño. Desde la fe sabemos que no estamos solo, debemos levantar la cabeza, echar a andar con valentía y aprender a caminar en medio de la tempestad.


En la noche nos entra miedo. En el dolor, en las limitaciones y pobrezas nos entra el miedo por todas las rendijas. Ante la violencia y el odio de los otros, el miedo se apodera de nosotros. Muchos caminos de evangelio, de entrega generosa de la vida, de oportunidad para enfrentarnos al mal, quedan oscurecidos por el miedo. 

El miedo paraliza, tenemos que ponernos en camino. El miedo paraliza, nada de comodidades. El miedo muestra la falta de fe, Él es el siempre fiel. El miedo es enemigo de nuevo, su proyecto es de una completa novedad, el reino, el hombre y la mujer nuevos. Sólo Él puede vencer nuestro miedo, dejemos que suba a 'nuestra barca', que no pase de largo, que se pare con nosotros, que nos haga pasar de la lejanía a la amistad.

"Pero él habló enseguida con ellos y les dijo: «Animo, soy yo, no tengáis miedo»."  Frente al nuevo año que estamos comenzando Jesús nos acompaña y nos libra de todo temor. El temor se diluye con el amor. Viviremos situaciones de todo, fáciles y gozosas y complicadas y exigentes. Pero tanto en unas como en otras, nunca las vamos a afrontar solos. Os animo a soltar lastre, a vivir ligeros de equipaje, a no intentar resolver todos los problemas de golpe. A dejar que las personas, las situaciones, y sobre todo el amor, nos asombren y guíen.

¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo! Y a mí, ¿la fe me ayuda a superar el miedo?

Pongo mi confianza en ti, Jesús, ábreme el oído de la fe para escuchar en la noche tu Palabra consoladora: “Conóceme como puedas, adórame como quieras, ámame como sepas”.

Yo te amo, Señor, porque estás conmigo.
Tú eres como peña segura, como un alcázar.
Tú eres mi liberador, mi roca, mi refugio.
Eres mi fuerza salvadora, el escudo que me protege.
 

 

 

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