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Nadie como Él

"¿Qué tenemos que ver nosotros contigo,
 Jesús Nazareno?"
(Mc 14,21-28).  

Todo. Nuestras vidas están creadas para desplegarse a imagen y semejanza de Jesús. Ser otros Cristos para el mundo. No es una imitación superficial, un clon externo. Es aprender a tener sus mismos sentimientos, miradas, gestos, palabras, que levanten a cada persona que se encuentra en el camino de su vida. Somos diariamente llamados a no pasar de largo frente al sufrimiento del que nos necesita. Esa es la misión.

Desde el comienzo de su predicación en Galilea, Jesús es considerado como único e incomparable. Él enseña con autoridad, es decir, uniendo hechos y palabras en perfecta coherencia: su obrar confirma lo que anuncia y sus palabras explican los hechos. Nadie lo había hecho jamás.


«Una enseñanza nueva expuesta con autoridad»
Jesús asombra por su enseñanza. Es nueva. Está llena de autoridad. La autoridad que nace de él no es el resultado de una buena formación académica o de una gran experiencia vital, es la autoridad que nace de aquel que confía en quién tiene la Verdad y camina con honradez por la vida. Hasta los espíritus inmundos lo reconocen y lo obedecen. Una autoridad que es coherencia, entre lo que se dice, se hace y se cree. Es fuente liberadora para uno mismo y para muchos. Somos llamados y enviados a vivir en y desde esa autoridad.


La enseñanza de Jesús brota de su relación con Dios. Su actuar cuestiona el estilo autoritario de vivir que oprime y esclaviza. Peregrinos de esperanza, caminamos con Él. No nos desalentamos cuando el mal parece triunfar. Enfrentamos con valentía situaciones que deshumanizan a las personas.

 Señor, solo el Amor sana las heridas. Bendícenos y fortalécenos. 
Que todas nuestras palabras y acciones expresen la fe en ti.


Jesús tenía una autoridad nueva. Proponía un reino de Dios, un nuevo orden de vida, relaciones y manera de estar en el mundo y lo hacía verdad expulsando el mal, liberando a las personas que aquello que no les dejaba ser quienes eran. No tiene poder, tiene autoridad. El poder de su palabra, que transforma realidad y sobre todo corazones, es su ejemplo, su profundidad, su autenticidad. Su decir y hacer coinciden. Su enseñanza atrae, es corroborada por sus gestos. Tiene una autoridad diferente, la que da la verdad. Le escuchan y creen, ven como vive y creen en Él. Es consecuente, anuncia la libertad y cura, cuida y ama, libera.

Señor, Tú hablas con autoridad,  porque has sido enviado por Dios Padre, no eres un entrometido; porque hablas de lo que sabes, no hablas de oídas; porque hablas con sencillez, para que te entiendan, no para demostrar lo mucho que sabes; porque hablas con respeto, nunca con violencia; porque haces lo que dices, vives lo que hablas; porque tus palabras buscan nuestro bien, aunque a veces no queramos escuchar lo que me dices; porque tus palabras reflejan la verdad, sin esconder la luz ni las sombras; porque tus palabras descubren nuestros fallos para que los superemos, nunca para humillarnos; porque tus palabras nos recuerdan quiénes somos y lo mucho que valemos para ti; porque tus palabras, tu mirada, tus gestos y tu vida nos anuncian un mismo mensaje: que nos  amas con todo el corazón y que tu amor nos acompañará siempre.
Señor, ayúdame a hablar como Tú, a vivir como Tú, a ser como Tú.



 

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