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El Señor

 


"El Hijo del hombre es señor 
también del sábado"
(Mc 2,23-28).

A veces queremos someter a Dios a nuestras leyes. Pero Él nunca queda atrapado en nuestras mezquinas intenciones. Cualquier disculpa parece ser útil para juzgar y condenar a los discípulos de Jesús. Sin embargo, Él deja claro, en toda ocasión, que es señor también del sábado.


“El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado”
Nos cuesta darnos cuenta que las personas estarán siempre por delante de las circunstancias. Todo debe estar en función de alcanzar el bien que libera y hace libre, que da confianza en los demás y ayuda a crecer.

El sábado, la norma, la ley, debe estar al servicio del hombre. La dignidad del ser humano es lo importante. Se debe respetar, cuidar y promocionar. Sin límites ni fronteras. Sin exclusiones ni condiciones. La ley que debe regir por encima de todas es la del amor.

Los discípulos de Jesús están estrenando la libertad. La libertad es don y tarea diaria. Si te sientas junto a Jesús, él te enseña a vivir, te quita los miedos del corazón para que salgan de ti palabras limpias y gestos de bondad. Jesús pinta en tu rostro la esperanza.

Señor, muchas veces me quedo en las normas, en lo que debo o no debo de hacer. Enséñame a ser libre hasta de mí mismo y hacer únicamente tu voluntad. Tú eres mi camino, mi verdad y mi vida.

«El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado». La exigencia en el cumplimiento de alguna de las normas y preceptos no puede hacernos olvidar el compromiso de caridad, acogida, comprensión, misericordia, cuidado, con el hermano, con el prójimo, que emana del Evangelio.


"El Hijo del hombre es señor también del sábado".
 
Jesús es el Señor del sábado, de la Ley, de la vida y de la muerte. Su vida no está encorsetada en normas heredadas. La letra mata, el Espíritu da vida. Por eso vivió ungido por el Espíritu con la misión de abrir las puertas de todas las cárceles, las físicas y las mentales. Su vida no dejaba indiferente. Comenzaron a seguirle los que descubrían una forma de vivir que no se basaba en la fuerza, en el dominio, en las órdenes, sino en la alegría que nace del amor.

Las acciones que hagamos en bien de los demás están por encima de las normas y tradiciones que someten y esclavizan al ser humano. Dios nunca nos abandonará.

Y yo, ¿soy esclavo de normas y costumbres?, ¿quiero imponer mi ley a cualquier precio?

Señor, Tú nos ofreces tu palabra y tu ley,
para compartir con nosotros tu sabiduría,
para conducirnos por el camino de bien,
para construir la concordia y la paz,
para ayudarnos a encontrarnos contigo.
No permitas que utilicemos la ley para condenar,
para someter a las personas más débiles,
para defender los intereses de los poderosos,
para justificar injusticias y atropellos,
para convertirla en un ídolo sin corazón.
Señor, danos sabiduría para comprender tu ley,
confianza y voluntad para aceptarla y cumplirla
y acierto para mostrarla a los demás 
como camino de vida.

 

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