Ir contigo
Es lo mismo que acoger el conflicto, la derrota, el fracaso. Jerusalén es el lugar del poder y de la autoridad. Y también el lugar del templo y de la casa de Dios. Que Jesús fuera a Jerusalén sería normal y piadoso. Visitar la casa de su Padre, pero junto al templo estaba el negocio, las influencias, los intereses. Y el conflicto apareció, y el juicio, y las acusaciones, y la sentencia a morir en cruz. A veces nos pasamos la vida dando rodeos a lo que nos cuesta, sin tomar ninguna decisión.
Ir a Jerusalén, la ciudad que mata a los profetas, supone alcanzar la cumbre de su misión redentora, la entrega de sí por nuestra salvación. Al mismo tiempo, traza un camino pedagógico a sus discípulos. Jesús camina hacia la entrega de su vida y los discípulos buscan ser primeros
Jesús toma la decisión de ir a Jerusalén. En ese camino va a ser rechazado por los samaritanos. Ante el desprecio suceden dos reacciones. La de sus discípulos, que por el enfado, piensan en una respuesta destructiva. O la de Jesús, que decide dejarlos en su error.
«¿Quieres que digamos que baje fuego del cielo que acabe con ellos?»
No es castigar sino dejar sitio, no es expulsar sino abrir la puerta, no es olvidar sino dar testimonio, no es indiferencia sino hacerse presente.
Quiero ir contigo, Jesús.
Hazme instrumento de tu paz.
Que donde haya discordia siembre yo el amor.
Señor danos tu Espíritu de amor,
para que curemos el egoísmo con generosidad
venzamos la mentira con la verdad,
ganemos al orgullo con humildad
y superemos la guerra con la paz.
Señor, quiero recibirte en mi interior con sencillez, apertura y humildad.
Me pongo de rodillas ante Ti y te digo que acepto tu Reino.
Quiero configurar toda mi vida con tu Evangelio.
Quiero cambiar mis criterios, mis reacciones altaneras,
para que todo lo haga por amor.
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