En casa
En cada uno de nosotros conviven una Marta y una María: la que vive nerviosa y dispersa, y la que elige centrarse en Dios viviendo desde la escucha.
Marta y María no son dos caras de una moneda, sino la misma moneda. Son dos actitudes complementarias. Marta presenta el servicio y la entrega. María, la oración y la contemplación. Una necesita de la otra para tener una vida equilibrada, con sentido y plenitud.
Dos actitudes ante el Señor que son maravillosas, acoger y atender, servir y sentarse con Él, preparar todo y escuchar todo, desvivirse en el hacer por Él y abrirse para ser con Él, hacer que todo esté preparado y saber que con Él está todo en orden.
"Andas inquieta y preocupada con muchas
cosas; sólo una es necesaria." Inquietos, nerviosos, tensos,
tristes. Son muchos los adjetivos con los que podemos definir nuestro estado
interior. Las imágenes de Israel, los problemas de salud, lo económico, lo
laboral, lo personal nos sumergen en la inquietud. Y Jesús que nos conoce nos
invita a buscarle. La fe no es para la placidez y la comodidad. La fe ayuda a
encontrar motivación y sentido para meternos en las mil batallas diarias y no
perecer en el intento.
«Marta, andas inquieta y preocupada con muchas cosas; sólo una es necesaria» Solemos pensar que el mucho hacer nos lleva a ser mejores testigos del Reino. Más no se trata de hacer sino de vivir, de abrir el corazón y escuchar al hermano y esa paz nos lleve al encuentro con Él. Las cosas que no hacemos por amor nos aplastan, las vivimos como un peso. Solo el amor da sentido a lo que hacemos por los demás
Escuchar es la actitud propia del discípulo respecto a su maestro, es permitir que las palabras que se escuchan lleguen al corazón. Si, además, supone estar sentada a los pies del Señor, sin duda, ha elegido lo mejor, la mejor de las opciones posibles. Nadie se la podrá arrebatar.
Adora y confía
No te inquietes por
las dificultades de la vida,
por sus altibajos,
por sus decepciones,
por su futuro más o menos sombrío.
Desea aquello que Dios desea.
Ofrécele en medio de inquietudes y dificultades
el sacrificio de tu alma sencilla que,
pese a todo, acepta los designios
de su providencia.
Poco importa que te consideres un frustrado,
si Dios te considera plenamente realizado;
a su gusto.
Entrégate con confianza ciega en este Dios
que te quiere para Él.
Y que llegará hasta ti,
aunque no le veas nunca.
Piensa que te encuentras en sus manos,
más fuertemente sostenido,
cuando más decaído y triste te encuentres.
Vive feliz. Te lo suplico.
Vive en paz.
Que nada te turbe.
Que nada sea capaz de quitarte tu paz.
Ni el cansancio psíquico.
Ni tus fallos morales.
Haz que surja,
y conserva siempre sobre tu rostro,
una dulce sonrisa, reflejo de aquello
que el Señor continuamente te dirige.
Y en el fondo de tu alma coloca,
antes que nada,
como fuente de energía y criterio de verdad,
todo aquello que te llene de la paz de Dios.
Recuerda:
Todo aquello que te reprima e inquiete es falso.
Te lo aseguro
en nombre de las leyes de la vida
y de las promesas de Dios.
Por eso, cuando te sientas afligido, triste,
adora y confía.
(Teilhard de Chardin, sj )
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