Paraíso

 


"Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino». Jesús le dijo: 
«En verdad te digo: 
hoy estarás conmigo 
en el paraíso»". 
(Lc 23, 35-43)

"Seguro que ningún rey permitiría nunca que un ladrón u otro malhechor se sentara con él a la hora de la solemne entrada en una ciudad. Pero Cristo lo ha hecho; cuando entra en su morada santa, lleva consigo al ladrón. Actuando así no menosprecia el paraíso, no lo deshonra por la presencia del ladrón. Bien, al contrario, honra el paraíso, porque es una gloria para el paraíso tener un amo que pueda convertir a un ladrón en un ser digno de gustar sus delicias" (San Juan Crisóstomo)

Tenemos un rey que nació pobre y en un pesebre. Nunca tuvo ejércitos, ni poder humano, ni posesiones. Sin un Reino de este mundo. Sus decisiones estaban siempre del lado de las víctimas y los últimos. No se defendió con violencia o amenazas, su trono fue la cruz y su corona, de espinas.

La cruz es el trono de Jesús. Las espinas, la corona real. La desnudez, el mejor vestido. Las burlas y el vinagre, halagos y manjares. Los malhechores su mejor compañía. Y un ladrón el más digno de entrar al paraíso. Este es el Reino de Dios. No nos confundamos.


Cristo es un rey diferente, su trono es la cruz, su corona es de espinas, no viste lujosamente, lo recordamos casi desnudo. Un rey que no pide que le sirvamos sino que su manera de ser rey es servir a todos los hombres y mujeres de este mundo.

Si Jesús dio su vida con gozo y hasta el extremo, para darnos realeza divina. ¡Qué haremos, sino dar vida por Vida!

Serviría de poco admirar al Rey de la Cruz y no seguirle. Seguir a Cristo Rey será ponernos a construir su reinado de paz, de amor, de servicio, de perdón, de acogida, de fe.

 

Señor Jesús

Mi Fuerza y mi Fracaso
eres Tú.
Mi Herencia y mi Pobreza.
Tú, mi Justicia,
Jesús.
Mi Guerra
y mi Paz.
¡Mi libre Libertad!
Mi Muerte y Vida,
Tú,
Palabra de mis gritos,
Silencio de mi espera,
Testigo de mis sueños.
¡Cruz de mi cruz!
Causa de mi Amargura,
Perdón de mi egoísmo,
Crimen de mi proceso,
Juez de mi pobre llanto,
Razón de mi esperanza,
¡Tú!
Mi Tierra Prometida
eres Tú...
La Pascua de mi Pascua.
¡Nuestra Gloria
por siempre,
Señor Jesús! 

(Pedro Casaldáliga)

 


 

 

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