Baja
Zaqueo era rico. El tesoro de su vida eran sus riquezas. Un día las puertas de su casa se abrieron y entró Cristo. Ante su Amor todo ya le sobraba
Zaqueo trataba de ver a Jesús. Su puesto y la riqueza no le impiden acercarse. El gentío no le permite verlo porque era pequeño. Su creatividad y su interés harán que salte por encima de toda dificultad. Y entonces será Jesús quien lo vea y se quede con él.
En Zaqueo nos vemos todos y constatamos el amor de Jesús, que siempre llama a nuestra puerta, esperando un pequeño gesto, que Él desborda con amor abundante y salvación.
No vienes a nuestras vidas de visita, vienes a quedarte. Sabes mi nombre, mi historia, mis pecados. Pero nos miras y nos restauras. Eres la fuente de una alegría que nadie nos puede quitar. Es necesario encontrar a Cristo en nuestras vidas. Nos trae a la salvación, nos devuelve razones para vivir, nos regala una generosidad que intenta devolver todo el mal causado con una justicia reparativa.
María no tuvo que subir para recibir a Jesús, al revés, descendió. Porque el encuentro con Jesús se hace en el anonadamiento. María, la más pequeña de las criaturas, siempre buscando a Dios desde la fe. Libre de prejuicios, siempre invitándonos a abrir nuestra casa al Hijo para que nos salve desde sus cimientos.
Comentarios
Publicar un comentario