Confianza
El templo es lugar de culto. Bellamente adornado. Decorado con piedras de calidad. Una construcción que terminará siendo destruida en el año 70. Jesús nos invita a poner nuestra confianza en un “edificio sólido”, construido no por manos humanas, sino en la fe.
"Esto que contempláis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida". Pensamos que el lenguaje de Jesús es duro, que invita al miedo. Pero es cierto que tenemos que mirar de cara el final de muchas cosas que vivimos. Todo tiene un inicio y un final. Y tenemos que aprender a vivir despegados. Hacer duelo por todo aquello que amamos y termina. Y aprender a vivir esperanzados. Todo final significa un nuevo inicio.
Lucas exhorta a la comunidad cristiana a vivir en alerta ante posibles signos engañosos, a poner los ojos en Jesús y a recorrer su camino con coraje y valentía, en medio de las pruebas y dificultades del momento presente. Vivimos en un contexto social muy asustadizo: con facilidad nos ponemos nerviosos, nos desesperados, entramos en pánico. Que si unos exámenes, que si oposiciones, que si el partido del siglo, etc. La actitud del seguidor de Jesús tendría que ser bien distinta: de gran confianza.
Lo que si nos pide es tranquilidad y calma para podernos
prepararnos adecuadamente ante este acontecimiento. Vivir nuestro día a día,
desde los valores y principios que descubrimos en el evangelio, e intentar
trabajar por construir el Reino de Dios en este mundo y dejar este mundo en
mejores condiciones de cómo nos lo encontramos.
Jesús es tu Salvador, deja que su Amor te libere de todos tus temores y esclavitudes.
"Mirad que nadie os engañe". Un cristiano ha de estar siempre formado. No te dejes llevar por las ideologías del todo vale. Piensa y actúa como el mismo Jesús en cada momento, lee su Palabra, ora, escúchalo... Es a Él y solo a Él a quien debemos escuchar, el que hace la verdadera promesa de salvación, de felicidad, de vida. Pasarán mil cosas en nuestra vida, en nuestro entorno, en nuestra familia pero Él permanece.
Magnificat
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia –como lo había prometido a nuestros padres– en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
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