A los pequeños
(Lc
10, 21-24).
A Jesús le brota una alegría desbordante, y la deja
correr a su alrededor como hace la fuente con el agua. Es la primera vez que
los suyos realizan algo que responde a la acción del Espíritu: han ayudado a
los caídos a recuperar su dignidad. La desconcertante experiencia de Dios,
traducida en mil gestos de servicio a los demás, que posee la gente sencilla es
un tesoro para la Iglesia.
Me acerco
despacio a las personas y me dejo sorprender por las maravillas que el Espíritu
recrea en ellas cada día. Me alegro y alabo a Dios por todo ello.
Él devela sus secretos y su misterio sólo a los sencillos
de corazón. Nuestro Padre, oculta el Reino a los sabios y “prudentes” y lo
revela a los “pequeños”.
¡Cuántas veces somos soberbios y altivos! Aprendamos a
ser sencillos, humildes. El primer paso para hacer cosas grandes es hacernos
pequeños.
Se esconden las cosas a los sabios y entendidos para
mostrar su profunda ignorancia. A Dios no lo alcanzamos a conocer por los
muchos saberes. Es Dios quien nos revela la verdadera sabiduría, que solo se ve
en la acogida, la escucha, el diálogo y el buen trato.
Las cosas verdaderamente grandes e importantes sólo están
al alcance de los más humildes y pequeños. Por eso Dios se confía en ellos,
revelándoles aquellos misterios que, de otro modo, permanecerían siempre
desconocidos. Por algo Jesús pone de modelo para sus discípulos a un niño. Dios se revela a los pequeños porque los adultos ya nos lo sabemos todo…
En fin que le vamos a hacer.
Se humilde
¡ALELUYA!
PORQUE: LOS SENCILLOS Y HUMILDES VERÁN A DIOS.
Como lo hizo en María y como lo ha hecho a lo largo de
todos los siglos. También quisiera hacerlo en nuestra oración de hoy y de cada
día, contando con nuestra colaboración. Concédenos, Señor, el don de la fe para ver nuestra
pequeñez y tu inmenso amor.
"¡Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis! Porque os digo que muchos quisieron ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; y oír lo que vosotros oís, y no lo oyeron".
Somos dichosos cuando descubrimos lo cerca que está Dios de todo lo que vivimos
sus hijos. Todos le llevamos dentro. Hay mucho divino en nuestra forma de
tratarnos, de ayudarnos, de cuidarnos, de abrazarnos, de decirnos las cosas.
Dichosos los que nos dedicamos a acercar el cielo a la tierra.
Es cuestión de sintonizar: al que es la Suma Simplicidad,
sólo se le conoce y escucha, desde el corazón sencillo.
Bienaventurados los ingenuos. Los que siguen confiando.
Los que no dan a nadie por perdido. Los que esperan. Los que reparten esperanza
y saben estar cerca. Esos y esas tienen corazón de Adviento.
A veces, no las apreciamos, pero nuestra vida no sería
igual. Por ellas, esta sencilla oración de agradecimiento. Muchos rostros y
nombres vienen a la mente.
GRACIAS POR REVELAR TUS COSAS A LOS SENCILLOS.
POR LAS PERSONAS LLENAS DE SENCILLEZ Y BONDAD
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